Eccediciones
searchclose

El rostro de la verdad

Dentro de una serie de larga duración como es 100 balas, cuyo rasgo distintivo de principio a fin es la excelencia creativa tanto en lo literario como en lo gráfico, tal vez suene un tanto gratuito afirmar que acabamos de asistir a uno de sus momentos álgidos, en una serie que supone de por sí un momento álgido para el sello Vertigo. Y sin embargo así es: el arco argumental dedicado al detective privado Milo Garrett, publicado entre los números 31 y 36 americanos, ambos inclusive, supone todo un homenaje al género negro, del que Brian Azzarello es un amante reconocido. El autor tiene especial devoción por las novelas pulp, que ha devorado con fervor durante toda su vida, incluso más de la que siente por el cómic (nunca fue un gran seguidor del comic-book, sino que se decantaba por cómics underground como los publicados por Fantagraphics). Como homenaje que es, encontramos todo aquello que caracteriza al género: el detective hastiado y de retórica recargada, que desarrolla su discurso en un monólogo interior; los diálogos punzantes que convierten cualquier conversación en una batalla a vida o muerte; la mujer fatal capaz de hacer tocar el cielo a nuestro sufrido protagonista antes de hacerle bajar de nuevo a los infiernos; y por supuesto: una trama salpicada de giros y equívocos, mentiras y traiciones y unos cuantos cadáveres que se llevaron con ellos las respuestas necesarias para esclarecer la verdad. Es también una historia especial dentro de la serie, ya que aparentemente aparca la trama principal para narrarnos una historia integrada en su universo (con apariciones de personajes habituales como el propio Agente Graves, el exmiliciano Lono o Megan Dietrich), pero sin consecuencias relevantes sobre él... cosa que pronto descubriremos que no es así.

En cualquier caso, este falso detective supone uno de los más destacables homenajes que ha recibido el género detectivesco dentro del cómic mainstream, junto a la miniserie Desolation Jones de Warren Ellis, J.H. Williams III y Danijel Zezelj, publicada por Wildstorm entre 2005 y 2007, un homenaje al clásico El sueño eterno (The Big Sleep, 1946, dirigida por Howard Hawks basándose en la novela homónima de Raymond Chandler), del mismo modo que la historia que acabamos de leer podría ser un homenaje a El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941, dirigida por John Huston basándose en la novela homónima de Dashiell Hammett). A pesar de poder leerse de forma independiente a la serie sin muchos problemas, lo cierto es que está ligada a la trama principal: la manipulación del Agente Graves viene señalada por el cuadro robado, ese mcguffin que, una vez encontrado, se revela como un sistema para despertar agentes durmientes de los Milicianos con la ya conocida palabra clave: Croatoa. El plan de Graves falla, sin embargo, al rechazar Milo la que era su verdadera misión: asestarle otro golpe al Trust, una verdad de la que Megan Dietrich es consciente, pero el propio Milo ignora, del mismo modo que ignora su propia identidad, llegando a preguntarse a sí mismo “¿Quién eres tú?”, una cuestión que también traslada a los que considera viejos conocidos, pero cuyos recuerdos no van mucho más allá de una borrosa noche unos años atrás... Momento en el que Milo fue reubicado, con la memoria borrada y una nueva identidad, tras ese incidente entre el Trust y los Milicianos en Atlantic City que ya se ha mencionado varias veces a lo largo de la serie. En esta pequeña miniserie dentro de una serie han brillado con la fuerza de mil soles los diálogos escritos por Azzarello, quien declara que su forma de escribirlos no se diferencia en su metodología a la de las letras para canciones que escribió cuando formaba parte de una banda en su juventud, de ahí que estos diálogos estén dotados de cierta musicalidad. En suma, la historia El falso detective es uno de los puntos álgidos (hasta la fecha) de 100 balas, un ejercicio de estilo dentro de una serie abierta a toda clase de posibilidades, que, como ya hemos visto, van del intimismo a la acción salvaje.

Este tomo también nos presenta cuatro historias unitarias que sirven para introducirnos mejor en ciertos aspectos de la serie. En la primera de ellas volvemos a encontrarnos con Dizzy Cordova, primera protagonista de la serie y una constante a lo largo de todo lo que llevamos leído. Mientras ella se reencuentra con su vida pasada y descubre la desconexión a la que ha sido sometida, hasta el punto de haberle perdido la pista a su madre, el Agente Graves y el Sr. Shepherd debaten sobre varias cuestiones de la operación contra el Trust que tienen en marcha, aunque destaca por encima de todo una cuestión personal: ¿es po- sible que exista una relación más allá de lo laboral o la simple admiración entre Dizzy y el Sr. Shepherd? ¿Hay sitio para el amor en medio de esta guerra en la que hasta ahora no hemos visto más que muerte e intrigas palaciegas? Habrá que seguir leyendo la serie para averiguarlo, pero no podemos perder de vista que en el trasfondo de 100 balas siempre han estado las sensaciones más viscerales del ser humano... entre las que por supuesto se halla el amor. Amor es precisamente lo que buscaba Cole Burns en el número 38 americano, reencontrándose con Sasha, a la que abandonó no sin antes dejarle un anillo de compromiso clavado en la pared en el ya lejano número 10 americano. Por desgracia para Cole, aparecer y desaparecer sin previo aviso no es forma de tratar a una chica, y sus métodos de matón de los Milicianos no van a ayudarle a reparar un corazón roto. En el número 39 nos reencontramos con el chico afortunado, Benito Medici, que con su vida despreocupada y ociosa no termina de comprender qué significa formar parte del Trust. Es este un episodio muy interesante, ya que muestra al detalle, con páginas casi silenciosas, el doble papel que está interpretando el Sr. Shepherd como protector del Trust y como infiltrado del Agente Graves, así como lo letal que puede llegar a ser cuando sus intereses se ven amenazados. Aún queda mucho por descubrir del Sr. Shepherd, que poco a poco va revelándose como uno de los personajes más interesantes en una serie en la que estos abundan.

Terminamos el tomo con el destino del Perro, Lono, el personaje más salvaje y brutal de 100 balas, aparentemente imparable... hasta que descubre por las malas que no se puede jugar con el Agente Graves y su capacidad para prever y manipular los acontecimientos, subrayando ese viejo dicho que afirma que el orgullo precede a la caída. Lono ha estado presente en la serie desde el número 5 americano, contenido en el primer volumen de esta edición, y por supuesto esta no es ni mucho menos la última vez que vamos a verle por aquí. Además, ECC Ediciones ha empezado a publicar su serie en solitario, Hermano Lono, que hace las veces de secuela de 100 balas centrándose en el que tal vez sea el personaje más recordado de esta. No hace falta decir que es mejor esperar a terminar de leer esta serie antes de lanzarse con Hermano Lono. En cualquier caso, se trata de una obra excelente que viene firmada por el equipo creativo original de 100 balas al completo, que cuenta por supuesto con guion de Brian Azzarello y dibujo de Eduardo Risso, pero que incluye también las portadas de Dave Johnson y el color de Patricia Mulvihill, todo lo cual da forma a uno de los productos más mimados por DC Comics en la actualidad, un cómic que no defraudará a los seguidores de Lono ni a los que busquen un thriller salvaje. ¡No la dejéis escapar!

David Chaiko

Artículo publicado originalmente en las páginas de 100 balas núm. 4.