Eccediciones

El rey del crimen desorganizado

Luca Torelli “Torpedo” es el sicario por excelencia del cómic español. Desarrollado originalmente en 1981 por Enrique Sánchez Abulí y Alex Toth, lleva más de 40 años sembrando de cadáveres y risas la ciudad de Nueva York. Ahora vuelve por sus fueros con una versión otoñal de sí mismo, dibujada nada menos que por el artista argentino Eduardo Risso.

 

De Jorge García

El primer episodio de la serie, bautizada como Torpedo 1936, pintaba a Torelli de cuerpo entero, con el traje cortado a medida, sombrero Borsalino, cigarrillo a flor de labio y una peculiar fraseología cuajada de equívocos y dobles sentidos. Asesino asalariado, asistido siempre por su torpe pero fiel ayudante Rascal, Torpedo circunscribió su actividad criminal a la épo- ca de la Gran Depresión. Su popularidad subió como la espuma a partir de la tercera historia, cuando Jordi Bernet sucedió a Toth como artista titular. A partir de entonces, Abulí dio rienda suelta a los bajos instintos del pro- tagonista, y la violencia, las balas, el alcohol y el sexo corrieron abundantemente por sus viñetas. Sin embargo, un desencuentro entre guionista y dibujante forzó a Torpedo a retirarse prematuramente en el año 2000. Por fortuna, nuestro hampón favorito recibió una segunda oportunidad en 2018, con nuevo rótulo y nuevo dibujante. ¿El título? Torpedo 1972, con Eduardo Risso a los pinceles.

Este nuevo ciclo cuenta ya con dos entregas: los álbumes A propósito del Mar Muerto y el reciente ¡Con lo que eso duele!, editado por ECC. Presentan a un Torpedo septuagenario, canoso y lento de reflejos. Aunque ha dejado atrás sus mejores días, sigue siendo un canalla peligroso. Le tiem- bla el pulso, pero conserva intactas la astucia, la lengua afilada y el gatillo fácil. La acción se ha trasladado a la década de los setenta. El submundo del hampa neoyorquina ha cambiado desde los tiempos en que Torpedo fungía como rey del crimen (des)organizado. En términos cinematográficos, hemos pasado de los gánsteres de Howard Hawks a los de Martin Scorsese. Los setenta son una época colorida y extravagante. Todo es diferente. La moda, el peinado, la iluminación, el paisaje urbano. ¡Incluso los coches! Adiós a los elegantes y sombríos Ford que parecían carrozas fúnebres. Bienvenidos los Pontiac Grand Prix y los Dodge Monaco, autos anchos y robustos como cajas de caudales. El argentino Risso era el artista idóneo para plasmar las sombras de un tiempo de luces psicodélicas.

Se dice que Argentina es una nación pródiga en literatos, futbolistas y dibujantes de historieta. En esta última esfera, Risso encarna las virtudes de la escuela del claroscuro, modelada alrededor de Hugo Pratt y Alberto Breccia. Espléndido dibujante y narrador, Risso debutó profesionalmente a principios de los ochenta trabajando para las revistas de ese mastodonte editorial que fue el sello Columba. En 1987 dio el salto al mercado italiano, acompañado por los guionistas Ricardo Barreiro y Carlos Trillo, sucesivamente. En esa época refinó su estilo, una combinación elegante de líneas finas y contraluces. A finales de los noventa dio un nuevo salto, esta vez al mercado estadounidense. Allí encontró un socio ideal en el guionista Brian Azzarello. Entre otros títulos, firmaron un clásico actual del género negro: la serie 100 balas. Su inclinación por las atmósferas sórdidas y los ambientes criminales lo convirtió en un firme candidato a suceder a Bernet en la nueva eta- pa de Torpedo. “Fue todo un reto”, confesó el argentino en una entrevista, “porque yo no soy un gran lector de cómics, pero precisamente Torpedo sí que es uno al que siempre he seguido.”

¡Con lo que eso duele! reafirma la armonía entre Abulí y Risso. Dos líneas argumentales se cruzan sin cesar a lo largo del álbum. La primera es una sórdida intriga de chantaje, pedofilia y prostitución que Torpedo zanjará con la contundencia y la falta de tacto que lo caracterizan, aunque, como sentencia el crítico Álvaro Pons en el prólogo al álbum, “lo de asesinar, con cierta edad, ya no es un oficio fácil”. El segundo eje argumental es un asunto que requiere mayor delicadeza y que atañe a la disfunción eréctil de Rascal. El guion salta de la comedia al thriller sin dar tregua a los personajes ni, por supuesto, al público.

Estos dos ejes encarnan los polos temáti- cos en que se adscribe Torpedo 1972: la serie negra y la comedia negra. El resultado garantiza el suspense, pero también la risa. Y es que, a pe- sar de los achaques (o gracias a ellos), Torpedo sigue en plena forma. --(JG)