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El regreso del Príncipe Payaso del Crimen

No sería de extrañar que, finalizada una saga tan intensa como La noche de los búhos, el común de los lectores esperara cierta relajación en el ritmo de la serie regular Batman. Pero nada más lejos de la realidad: tras ceder su puesto a Becky Cloonan y Andy Clarke durante 28 páginas –disfrutando así de un merecido descanso–, Greg Capullo se reúne de nuevo con su compañero de equipo creativo para plasmar sobre el papel de dibujo una historia cuya génesis se remonta a la etapa de Scott Snyder al frente de Detective Comics. Reconoce el guionista neoyorquino que por aquel entonces disfrutó sobremanera escribiendo cada pasaje en el que el Joker hizo acto de presencia, generando un ferviente deseo de volver a encontrarse con esta aterradora y divertida criatura de ficción.

Pero el nacimiento del Nuevo Universo DC pospuso el ansiado reencuentro, ya que desde la editorial consideraron oportuno que los villanos clásicos del Cruzado de la Capa cedieran temporalmente su protagonismo a enemigos de nuevo cuño. Así, la tarea de justificar argumentalmente la ausencia del Joker recayó sobre Tony Daniel, autor completo de Detective Comics encargado de relatar cómo el personaje fue despojado de su rostro, mediando una expeditiva intervención del Muñequero (Batman núm. 2 y 3). Ahora sabemos que en todo momento existió una estrecha comunicación entre ambos guionistas, ya que en último término la intención era ganar tiempo: el suficiente para que el Joker planificara a conciencia su venganza definitiva, pero también el necesario para que Snyder y Capullo idearan la historia que garantizara su regreso por todo lo alto.

Titulado La muerte de la familia, el arco argumental que aquí comienza nació del convencimiento de que, pese a su relevancia cultural, este personaje no ha protagonizado suficientes cómics durante los últimos 20 años: “Podemos remontarnos a obras como Batman: La broma asesina, claro. También desempeñó un papel importante en Tierra de Nadie y en la etapa de Grant Morrison al frente de Batman; pero no fue el villano de esas líneas argumentales”. Empeñado en subsanar la situación, Snyder abrazó la oportunidad de escribir a su antagonista preferido, “recurriendo a una escala lo más grande y alocada que se pueda imaginar para plantear una trama emocional y psicológicamente impactante”. Una trama inevitablemente condicionada por el nuevo aspecto del Joker, “evocador de su caracterización clásica, ahora reformulada en la línea de una película de terror”. El tono perfecto para explorar la malograda y retorcida psicología –y la peculiar filosofía– de quien por su mera existencia subraya la profundidad, riqueza y oscuridad del mito del Hombre Murciélago.

En un ejercicio de interpretación à la Stanislavski, Scott Snyder se pone en la piel del Joker para verbalizar sus planes y, de paso, explicitar la premisa de La muerte de la familia: “Voy a destruir todo aquello que amas y, mientras tanto, me reiré”. Toda una declaración de intenciones que, sumada al título de esta saga, hace temer por la integridad de los colaboradores, amigos y protegidos del Cruzado de la Capa. De ahí que, aunque será en esta cabecera la que acoja el grueso de la historia, durante los próximos meses las diferentes colecciones adyacentes (Batman y Robin, Nightwing, Batgirl, Capucha Roja y los Forajidos, Catwoman y Escuadrón Suicida) reflejarán las consecuencias del deambular de este peligroso bufón por la peculiar corte que es Gotham City, escenario trágicamente acostumbrado al humor de dudoso gusto del Príncipe Payaso del Crimen.

David Fernández