A la Sociedad de la Justicia de Geoff Johns y David S. Goyer le faltaba en 2001 un personaje fundamental que vendría a complementar el núcleo de veteranos que, hasta entonces, formaban Flash, Green Lantern y Wildcat. Se trataba de Hawkman, miembro fundador del grupo original que llevaba varios años desaparecido del Universo DC. O mejor dicho, llevaba años muerto, con lo cual su resurrección debía ser un acontecimiento por todo lo alto digno tanto de su trayectoria como de la elevada calidad de la colección. Así pues, los autores organizaron una trama que, por supuesto, contaría con Hawkgirl como coprotagonista y en la que se aunarían diversos conceptos relacionados con el pasado del personaje para dar lugar a una nueva era de esplendor.
No en vano, Hawkman fue durante años el personaje más confuso del Universo DC (con perdón de la pobre Donna Troy, que en paz descanse allá donde esté) por aquello de sus diferentes versiones. Carter Hall, el original, había sido un arqueólogo que, tras descubrir que era la reencarnación de un príncipe egipcio, utilizaba unas alas artificiales y un metal misterioso para convertirse en uno de los muchos superhéroes que proliferaron durante la Edad de Oro. Creado por Gardner Fox y Dennis Neville en 1940 para una de las antologías de All-American Publications, empresa hermana de la primitiva DC, aquel primer Hombre Halcón disfrutó de un éxito moderado que se extinguiría una vez pasada la moda de los justicieros enmascarados. En el olvido lo acompañó su inseparable esposa Shiera, más conocida como Hawkgirl, de la que tampoco se supo nada más durante mucho tiempo.
El resurgimiento del género a finales de los años cincuenta y principios de la década siguiente incorporó al Universo DC un sinfín de elementos propios de la ciencia ficción. Así, personajes con poderes de origen místico como Green Lantern o el propio Hawkman pasaron a tener trasfondos repletos de viajes por el espacio y mundos alienígenas. En el caso que nos ocupa, Carter Hall quedó totalmente descartado en favor de Katar Hol (nótese la similitud fonética), una especie de policía del remoto planeta Thanagar que llegaba a la Tierra persiguiendo a un malhechor que había escapado de la justicia. Aquel héroe, creado por el propio Fox y por Joe Kubert en 1961, fue el Hawkman canónico durante un par de décadas aunque, eso sí, de vez en cuando compartiera escena con el otrora desaparecido Carter Hall.
Esto se debía a la existencia del multiverso original y de Tierra 2, la dimensión alternativa donde el editor Julius Schwartz había establecido que vivían los personajes de la Edad de Oro. Al principio, ambos personajes coexistían con toda naturalidad porque, básicamente, eran personasdistintas que apenas se encontraban de vez en cuando y, casi siempre, en el contexto de las aventuras compartidas por la Sociedad y la Liga de la Justicia. El problema llegó cuando, con motivo de Crisis en Tierras Infinitas, ambos personajes quedaron enmarcados dentro de la misma cronología, uno como el Hawkman de la Segunda Guerra Mundial, y el otro como el que había sido miembro de la JLA. Entonces, llegó Timothy Truman, guionista y dibujante que, en la miniserie Hawkworld, renovó a Katar Hol, lo oscureció y... estableció que había aparecido años después de que el grupo al que había pertenecido ya se hubiera disuelto.
El embrollo subsiguiente dio lugar a todo tipo de confusiones y soluciones más o menos imaginativas e incluso peregrinas que culminaron en 1994 de la forma más expeditiva posible. Así, aprovechando el evento Hora cero, que pretendía precisamente solventar los problemas de continuidad surgidos durante los años anteriores, Carter y Katar se fundieron literalmente para convertirse en un mismo personaje que moriría poco después. Ningún autor se atrevió a recuperar al personaje después de aquello hasta que, como vemos en este volumen, llegó Johns en su faceta de salvador de la continuidad y lo reintegró en el Universo DC de la forma que podemos leer en las próximas páginas. Y lo hizo de una forma que animó a la editorial a darle una serie propia, coescrita por James Robinson y dibujada por Rags Morales, que se convirtió en una de las épocas de mayor gloria de este veterano personaje, que pasó a ser una especie de Indiana Jones con superpoderes. Y, cómo no, en dicha colección tendría una gran importancia Hawkgirl, esa muchacha que pasó de una situación límite a convertirse en toda una heroína que, ahora, de una vez por todas, está a punto de saber por qué hace tiempo que nota que a su vida le falta algo.
Pero Hawkman no es el único héroe al que Johns y Goyer dan una nueva dimensión en esta tercera entrega de JSA. Al principio de la serie, vimos cómo el grupo se enfrentaba a Black Adam, archienemigo natural del Capitán Marvel para el que los guionistas tenían muchos planes de futuro. Y entre estos figuraban que dejara atrás su faceta como malhechor para convertirlo en todo un antihéroe, un tipo de personaje que raramente deja indiferente a los lectores. El que fuera discípulo renegado del hechicero Shazam se convertirá a lo largo de las próximas entregas en el monarca atormentado de un país caído en desgracia al que se entregará en cuerpo y alma cuando no esté viviendo aventuras con la Sociedad de la Justicia.
Y qué mejor manera de presentar la nueva situación de Black Adam que utilizando como padrino al mismísimo Capitán Marvel, tal vez el héroe más poderoso del Universo DC tradicional y que, por aquello del legado y la trayectoria, habría encajado mucho más que Adam en las filas del grupo; no en vano, en su día fue coetáneo de Hawkman, Flash y compañía aunque perteneciera a una editorial distinta con la que DC no se llevaba demasiado bien. Pero no debemos preocuparnos, ya que al bueno de Billy Batson y a su imponente álter ego los veremos más veces en esta colección interactuando con los demás miembros de uno de los grupos más variopintos y, al mismo tiempo, mejor definidos de la historia reciente del cómic estadounidense.
Fran San Rafael
No en vano, Hawkman fue durante años el personaje más confuso del Universo DC (con perdón de la pobre Donna Troy, que en paz descanse allá donde esté) por aquello de sus diferentes versiones. Carter Hall, el original, había sido un arqueólogo que, tras descubrir que era la reencarnación de un príncipe egipcio, utilizaba unas alas artificiales y un metal misterioso para convertirse en uno de los muchos superhéroes que proliferaron durante la Edad de Oro. Creado por Gardner Fox y Dennis Neville en 1940 para una de las antologías de All-American Publications, empresa hermana de la primitiva DC, aquel primer Hombre Halcón disfrutó de un éxito moderado que se extinguiría una vez pasada la moda de los justicieros enmascarados. En el olvido lo acompañó su inseparable esposa Shiera, más conocida como Hawkgirl, de la que tampoco se supo nada más durante mucho tiempo.
El resurgimiento del género a finales de los años cincuenta y principios de la década siguiente incorporó al Universo DC un sinfín de elementos propios de la ciencia ficción. Así, personajes con poderes de origen místico como Green Lantern o el propio Hawkman pasaron a tener trasfondos repletos de viajes por el espacio y mundos alienígenas. En el caso que nos ocupa, Carter Hall quedó totalmente descartado en favor de Katar Hol (nótese la similitud fonética), una especie de policía del remoto planeta Thanagar que llegaba a la Tierra persiguiendo a un malhechor que había escapado de la justicia. Aquel héroe, creado por el propio Fox y por Joe Kubert en 1961, fue el Hawkman canónico durante un par de décadas aunque, eso sí, de vez en cuando compartiera escena con el otrora desaparecido Carter Hall.
Esto se debía a la existencia del multiverso original y de Tierra 2, la dimensión alternativa donde el editor Julius Schwartz había establecido que vivían los personajes de la Edad de Oro. Al principio, ambos personajes coexistían con toda naturalidad porque, básicamente, eran personasdistintas que apenas se encontraban de vez en cuando y, casi siempre, en el contexto de las aventuras compartidas por la Sociedad y la Liga de la Justicia. El problema llegó cuando, con motivo de Crisis en Tierras Infinitas, ambos personajes quedaron enmarcados dentro de la misma cronología, uno como el Hawkman de la Segunda Guerra Mundial, y el otro como el que había sido miembro de la JLA. Entonces, llegó Timothy Truman, guionista y dibujante que, en la miniserie Hawkworld, renovó a Katar Hol, lo oscureció y... estableció que había aparecido años después de que el grupo al que había pertenecido ya se hubiera disuelto.
El embrollo subsiguiente dio lugar a todo tipo de confusiones y soluciones más o menos imaginativas e incluso peregrinas que culminaron en 1994 de la forma más expeditiva posible. Así, aprovechando el evento Hora cero, que pretendía precisamente solventar los problemas de continuidad surgidos durante los años anteriores, Carter y Katar se fundieron literalmente para convertirse en un mismo personaje que moriría poco después. Ningún autor se atrevió a recuperar al personaje después de aquello hasta que, como vemos en este volumen, llegó Johns en su faceta de salvador de la continuidad y lo reintegró en el Universo DC de la forma que podemos leer en las próximas páginas. Y lo hizo de una forma que animó a la editorial a darle una serie propia, coescrita por James Robinson y dibujada por Rags Morales, que se convirtió en una de las épocas de mayor gloria de este veterano personaje, que pasó a ser una especie de Indiana Jones con superpoderes. Y, cómo no, en dicha colección tendría una gran importancia Hawkgirl, esa muchacha que pasó de una situación límite a convertirse en toda una heroína que, ahora, de una vez por todas, está a punto de saber por qué hace tiempo que nota que a su vida le falta algo.
Pero Hawkman no es el único héroe al que Johns y Goyer dan una nueva dimensión en esta tercera entrega de JSA. Al principio de la serie, vimos cómo el grupo se enfrentaba a Black Adam, archienemigo natural del Capitán Marvel para el que los guionistas tenían muchos planes de futuro. Y entre estos figuraban que dejara atrás su faceta como malhechor para convertirlo en todo un antihéroe, un tipo de personaje que raramente deja indiferente a los lectores. El que fuera discípulo renegado del hechicero Shazam se convertirá a lo largo de las próximas entregas en el monarca atormentado de un país caído en desgracia al que se entregará en cuerpo y alma cuando no esté viviendo aventuras con la Sociedad de la Justicia.
Y qué mejor manera de presentar la nueva situación de Black Adam que utilizando como padrino al mismísimo Capitán Marvel, tal vez el héroe más poderoso del Universo DC tradicional y que, por aquello del legado y la trayectoria, habría encajado mucho más que Adam en las filas del grupo; no en vano, en su día fue coetáneo de Hawkman, Flash y compañía aunque perteneciera a una editorial distinta con la que DC no se llevaba demasiado bien. Pero no debemos preocuparnos, ya que al bueno de Billy Batson y a su imponente álter ego los veremos más veces en esta colección interactuando con los demás miembros de uno de los grupos más variopintos y, al mismo tiempo, mejor definidos de la historia reciente del cómic estadounidense.
Fran San Rafael