Es un tópico tan manido que ya pocos lectores de tebeos son capaces de tomárselo en serio, más aún cuando las continuas reinvenciones del género superheroico han demostrado ser tan previsibles como las estaciones del año, pero el viejo “nada volverá a ser lo mismo” es rotundamente cierto en el caso de The Unwritten tras la saga La Guerra de las Palabras. En parte, gracias a la libertad creativa que el sello Vertigo de DC Comics concede a unos autores que retienen los derechos sobre sus creaciones, al contrario que en el impositivo mercado de los héroes con panties de lycra; y en parte, por supuesto, porque Mike Carey y Peter Gross conocen perfectamente, desde el número 1 de la colección, el destino al que quieren llevar a sus personajes, incluso a costa de la cordura y la felicidad de los mismos.
La Guerra de las Palabras es la culminación de tres años de publicación mensual (e incluso quincenal) de las aventuras de Tom Taylor y sus inseparables Lizzie Hexam y Richie Savoy, pero esta reflexión solo se hace evidente tras la lectura de sus últimas páginas. Carey y Gross se han tomado su tiempo para presentarnos el universo de The Unwritten, su lógica metaliteraria y su particular statu quo. Durante 30 episodios, han guiado a su trío protagonista y a unos cuantos secundarios memorables por un camino de enigmas cuyas últimas pistas (o penúltimas, pues aún quedan unos cuantos misterios en el tintero) han dejado caer precisamente ahora. Al mismo tiempo, los escultores de esta ficción de ficciones han estado cincelando minuciosamente a unos adversarios, la Cábala, a la espera de un inevitable choque frontal con nuestros héroes que pondría patas arriba su universo. El lector sabía que este día llegaría, pero en modo alguno podría haber imaginado las condiciones en que tendría lugar y las consecuencias que traería consigo.
En el centro de las revelaciones acontecidas en este volumen, brilla con luz (u oscuridad) propia la presencia del Sr. Pullman, un personaje ambiguo cuyos orígenes, ahora lo sabemos, se remontan a los albores de la misma humanidad. Resulta llamativo que la referencia bíblica más evidente hasta la fecha en The Unwritten no trate el obvio trasfondo mesiánico que rodea a la figura de Tommy Taylor, sino que indaga en los primeros compases del Antiguo Testamento, más concretamente en el libro del Génesis, presentándonos al primer gran villano en la historia de las historias: una figura tan arquetípica, tan asentada en el inconsciente colectivo de nuestra especie (tal y como diría el psiquiatra Carl Gustav Jung) que su inmortalidad parece eternamente garantizada... al menos en el terreno de la ficción. La reimaginación que Carey y Gross hacen de Caín, el fratricida primigenio, dista mucho del habitante de la Casa de los Misterios que el aficionado al sello Vertigo ya conocía por su presencia en cabeceras históricas como La Cosa del Pantano o The Sandman, y aquí el hermano de Abel se nos presenta como un maquiavélico conspirador en la sombra que no dudará en utilizar cualquier artimaña o método de coacción para lograr sus inesperados fines, que no conoceremos hasta bien avanzada la lectura del presente volumen.
Paralelamente al desarrollo de la trama principal de La Guerra de las Palabras, los capítulos .5 de The Unwritten continúan desvelando información relevante sobre el pasado de algunos de los personajes más enigmáticos de la cabecera, al tiempo que abren nuevas posibilidades para el futuro del trío protagonista. Si en el recopilatorio anterior conocimos algunos de los momentos más representativos de la historia de la Cábala y contemplamos dos narraciones que arrojaban luz sobre las figuras del Sr. Pullman y la inquietante Madame Rausch, en los capítulos incluidos en este segundo tomo de La Guerra de las Palabras tenemos una nueva ración de descubrimientos plagados de referencias literarias.
La línea de susurros nos presenta a un joven Wilson Taylor, conocido entonces como Will Tallis y amigo del matemático, biólogo y estadista Ronald Fisher. Durante su servicio en las trincheras, en plena Primera Guerra Mundial, Wilson será testigo de uno de los episodios más controvertidos de la historia militar reciente: pese a que no existen testimonios fiables de la aparición de un grupo de ángeles que protegieron a la armada británica durante la batalla de Mons, la conjunción de la histeria colectiva propia de la vida en el frente y la publicación de un relato corto titulado Los Arqueros en el diario londinense The Evening News podrían haber alentado la leyenda popular de los ángeles de Mons. En Los Arqueros, el escritor Arthur Machen narraba cómo los espectros de los saeteros que habían servido a San Jorge en la batalla de Agincourt (sucedida en otoño de 1415, en el marco de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra) regresaban de entre los muertos para asistir a las tropas británicas en la Primera Guerra Mundial. Según la versión presentada aquí por Carey y Gross, esta invocación comunal por parte de los soldados ingleses sería la primera manifestación conocida por Wilson Taylor del poder del Leviatán, y la que originalmente lo pondría en ese camino de la manipulación de la ficción que alcanzaría sus últimas consecuencias con la escritura de las novelas protagonizadas por Tommy Taylor.
Por otra parte, el capítulo 35.5 de The Unwritten es particularmente curioso por dos motivos: el primero es que no está protagonizado por ningún personaje ya conocido por el lector, sino que introduce por vez primera al joven licenciado en literatura Daniel Armitage, del que probablemente acabaremos sabiendo más cosas en un futuro próximo. El segundo motivo es que responde a un modelo narrativo bastante peculiar, con reminiscencias de la pieza teatral de Tom Stoppard Rosencrantz y Guildenstern han muerto, en que un personaje secundario parece pasar de puntillas sobre la trama principal de una narración mayor, sin ser consciente de cómo los sucesos transcurridos en esta son determinantes para el devenir de su propia historia. Stoppard, que usó como protagonistas de su obra a dos caracteres menores del Hamlet shakespeariano, no ha sido el único autor en recurrir a este curioso juego de referencias: uno de los autores consagrados del sello Vertigo, Grant Morrison, propuso una narración similar a la protagonizada por el inocente Daniel Armitage en el número 12 de su inclasificable creación titulada Los Invisibles. En aquel capítulo, Cae el mejor, un soldado raso al servicio de los Arcontes de la Iglesia Exterior, enemigos naturales de los protagonistas de la colección escrita por el escocés lisérgico, se veía involuntariamente complicado en los acontecimientos de la trama principal de la serie, sin llegar jamás a ser consciente de su anecdótico papel en una historia que lo superaba ampliamente. En el caso que nos ocupa, Carey y Gross se sirven de un personaje de nuevo cuño para introducirnos en el organigrama de la Cábala y contarnos un poco más (pero solo un poco) del funcionamiento de la Red, la misteriosa fuente de poder que ha permitido a la organización que integra el Sr. Pullman manipular la historia de la humanidad y seguir los pasos de Tom Taylor y sus compañeros de aventuras.
Finalmente, el episodio titulado La ola supone un reencuentro con dos personajes ya conocidos, el protosuperhéroe Tinker y el deslenguado conejo Bun, que coinciden por primera vez en un páramo desértico por el que vagan infinidad de personajes de ficción (desde la Alicia de Lewis Carroll hasta el Sancho Panza de nuestro Cervantes) en su huida de un cataclismo inminente. Carey, alumno aventajado de Neil Gaiman (no conviene olvidar que suya fue la responsabilidad de continuar con la narración de las desventuras del ángel caído Lucifer en el spin-off de The Sandman), recurre aquí a otro de los grandes leitmotivs de las historias metaficcionales: el choque de realidades representado bajo un aspecto meteorológico. Así, la ola que arrasa el mundo fabuloso del que Paulie Bruckner pretende escapar a toda costa recuerda por momentos a la tormenta de realidades que Gaiman presentaba al lector en la antológica saga El fin de los mundos de The Sandman, pero también a un referente anterior: la Nada que barría el universo de Fantasía en la celebrada novela de Michael Ende La historia interminable.
Con esa misma Nada representada por una viñeta inmaculadamente blanca concluye un volumen que supone, a todos los niveles, un punto de no retorno dentro de la compleja odisea de historias dentro de historias narradas en The Unwritten. “¿Y ahora qué?”, se preguntará, ansioso y consternado, el lector. Lo único seguro es que, esta vez sí,“nada volverá a ser lo mismo”
Jero Piñeiro
Previa (portada y cinco páginas interiores) de The Unwritten núm. 7: Tommy Taylor y la Guerra de las Palabras (Segunda parte).
La Guerra de las Palabras es la culminación de tres años de publicación mensual (e incluso quincenal) de las aventuras de Tom Taylor y sus inseparables Lizzie Hexam y Richie Savoy, pero esta reflexión solo se hace evidente tras la lectura de sus últimas páginas. Carey y Gross se han tomado su tiempo para presentarnos el universo de The Unwritten, su lógica metaliteraria y su particular statu quo. Durante 30 episodios, han guiado a su trío protagonista y a unos cuantos secundarios memorables por un camino de enigmas cuyas últimas pistas (o penúltimas, pues aún quedan unos cuantos misterios en el tintero) han dejado caer precisamente ahora. Al mismo tiempo, los escultores de esta ficción de ficciones han estado cincelando minuciosamente a unos adversarios, la Cábala, a la espera de un inevitable choque frontal con nuestros héroes que pondría patas arriba su universo. El lector sabía que este día llegaría, pero en modo alguno podría haber imaginado las condiciones en que tendría lugar y las consecuencias que traería consigo.
En el centro de las revelaciones acontecidas en este volumen, brilla con luz (u oscuridad) propia la presencia del Sr. Pullman, un personaje ambiguo cuyos orígenes, ahora lo sabemos, se remontan a los albores de la misma humanidad. Resulta llamativo que la referencia bíblica más evidente hasta la fecha en The Unwritten no trate el obvio trasfondo mesiánico que rodea a la figura de Tommy Taylor, sino que indaga en los primeros compases del Antiguo Testamento, más concretamente en el libro del Génesis, presentándonos al primer gran villano en la historia de las historias: una figura tan arquetípica, tan asentada en el inconsciente colectivo de nuestra especie (tal y como diría el psiquiatra Carl Gustav Jung) que su inmortalidad parece eternamente garantizada... al menos en el terreno de la ficción. La reimaginación que Carey y Gross hacen de Caín, el fratricida primigenio, dista mucho del habitante de la Casa de los Misterios que el aficionado al sello Vertigo ya conocía por su presencia en cabeceras históricas como La Cosa del Pantano o The Sandman, y aquí el hermano de Abel se nos presenta como un maquiavélico conspirador en la sombra que no dudará en utilizar cualquier artimaña o método de coacción para lograr sus inesperados fines, que no conoceremos hasta bien avanzada la lectura del presente volumen.
Paralelamente al desarrollo de la trama principal de La Guerra de las Palabras, los capítulos .5 de The Unwritten continúan desvelando información relevante sobre el pasado de algunos de los personajes más enigmáticos de la cabecera, al tiempo que abren nuevas posibilidades para el futuro del trío protagonista. Si en el recopilatorio anterior conocimos algunos de los momentos más representativos de la historia de la Cábala y contemplamos dos narraciones que arrojaban luz sobre las figuras del Sr. Pullman y la inquietante Madame Rausch, en los capítulos incluidos en este segundo tomo de La Guerra de las Palabras tenemos una nueva ración de descubrimientos plagados de referencias literarias.
La línea de susurros nos presenta a un joven Wilson Taylor, conocido entonces como Will Tallis y amigo del matemático, biólogo y estadista Ronald Fisher. Durante su servicio en las trincheras, en plena Primera Guerra Mundial, Wilson será testigo de uno de los episodios más controvertidos de la historia militar reciente: pese a que no existen testimonios fiables de la aparición de un grupo de ángeles que protegieron a la armada británica durante la batalla de Mons, la conjunción de la histeria colectiva propia de la vida en el frente y la publicación de un relato corto titulado Los Arqueros en el diario londinense The Evening News podrían haber alentado la leyenda popular de los ángeles de Mons. En Los Arqueros, el escritor Arthur Machen narraba cómo los espectros de los saeteros que habían servido a San Jorge en la batalla de Agincourt (sucedida en otoño de 1415, en el marco de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra) regresaban de entre los muertos para asistir a las tropas británicas en la Primera Guerra Mundial. Según la versión presentada aquí por Carey y Gross, esta invocación comunal por parte de los soldados ingleses sería la primera manifestación conocida por Wilson Taylor del poder del Leviatán, y la que originalmente lo pondría en ese camino de la manipulación de la ficción que alcanzaría sus últimas consecuencias con la escritura de las novelas protagonizadas por Tommy Taylor.
Por otra parte, el capítulo 35.5 de The Unwritten es particularmente curioso por dos motivos: el primero es que no está protagonizado por ningún personaje ya conocido por el lector, sino que introduce por vez primera al joven licenciado en literatura Daniel Armitage, del que probablemente acabaremos sabiendo más cosas en un futuro próximo. El segundo motivo es que responde a un modelo narrativo bastante peculiar, con reminiscencias de la pieza teatral de Tom Stoppard Rosencrantz y Guildenstern han muerto, en que un personaje secundario parece pasar de puntillas sobre la trama principal de una narración mayor, sin ser consciente de cómo los sucesos transcurridos en esta son determinantes para el devenir de su propia historia. Stoppard, que usó como protagonistas de su obra a dos caracteres menores del Hamlet shakespeariano, no ha sido el único autor en recurrir a este curioso juego de referencias: uno de los autores consagrados del sello Vertigo, Grant Morrison, propuso una narración similar a la protagonizada por el inocente Daniel Armitage en el número 12 de su inclasificable creación titulada Los Invisibles. En aquel capítulo, Cae el mejor, un soldado raso al servicio de los Arcontes de la Iglesia Exterior, enemigos naturales de los protagonistas de la colección escrita por el escocés lisérgico, se veía involuntariamente complicado en los acontecimientos de la trama principal de la serie, sin llegar jamás a ser consciente de su anecdótico papel en una historia que lo superaba ampliamente. En el caso que nos ocupa, Carey y Gross se sirven de un personaje de nuevo cuño para introducirnos en el organigrama de la Cábala y contarnos un poco más (pero solo un poco) del funcionamiento de la Red, la misteriosa fuente de poder que ha permitido a la organización que integra el Sr. Pullman manipular la historia de la humanidad y seguir los pasos de Tom Taylor y sus compañeros de aventuras.
Finalmente, el episodio titulado La ola supone un reencuentro con dos personajes ya conocidos, el protosuperhéroe Tinker y el deslenguado conejo Bun, que coinciden por primera vez en un páramo desértico por el que vagan infinidad de personajes de ficción (desde la Alicia de Lewis Carroll hasta el Sancho Panza de nuestro Cervantes) en su huida de un cataclismo inminente. Carey, alumno aventajado de Neil Gaiman (no conviene olvidar que suya fue la responsabilidad de continuar con la narración de las desventuras del ángel caído Lucifer en el spin-off de The Sandman), recurre aquí a otro de los grandes leitmotivs de las historias metaficcionales: el choque de realidades representado bajo un aspecto meteorológico. Así, la ola que arrasa el mundo fabuloso del que Paulie Bruckner pretende escapar a toda costa recuerda por momentos a la tormenta de realidades que Gaiman presentaba al lector en la antológica saga El fin de los mundos de The Sandman, pero también a un referente anterior: la Nada que barría el universo de Fantasía en la celebrada novela de Michael Ende La historia interminable.
Con esa misma Nada representada por una viñeta inmaculadamente blanca concluye un volumen que supone, a todos los niveles, un punto de no retorno dentro de la compleja odisea de historias dentro de historias narradas en The Unwritten. “¿Y ahora qué?”, se preguntará, ansioso y consternado, el lector. Lo único seguro es que, esta vez sí,“nada volverá a ser lo mismo”
Jero Piñeiro
Previa (portada y cinco páginas interiores) de The Unwritten núm. 7: Tommy Taylor y la Guerra de las Palabras (Segunda parte).