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El otro mundo de Jim Starlin

A principios de los setenta irrumpió en la escena del cómic estadounidense una nueva generación de autores. Eran jóvenes, ambiciosos e imprimían un sello distintivo a todo lo que llevara su firma, ya fueran superhéroes, fantasía heroica o ciencia ficción. Entre los recién llegados destacaban Berni Wrightson, Mike W. Kaluta, Jeff Jones, Frank Brunner, P. Craig Russell, Barry Windsor-Smith, Howard Chaykin, Walter Simonson y, por supuesto, Jim Starlin (Detroit, 1949), que empezó su carrera de historietista tras licenciarse en la Marina allá por 1972.

Admirador de la obra de Jack Kirby y Steve Ditko, Starlin se curtió como historietista en la pujante Marvel de principios de los setenta realizando toda clase de encargos. En 1973 saltó al estrellato escribiendo y dibujando la serie Captain Marvel. En apenas 10 episodios renovó totalmente al protagonista confiriéndole una estatura casi mítica (que culminó en una muerte de mártir 10 años después). A partir de entonces su ascenso en la Casa de las Ideas fue meteórico, como quedó demostrado en su siguiente trabajo. Warlock era una epopeya cósmica cuyo desenlace, que incluía el suicidio del protagonista, hizo época. Más adelante, Starlin dio rienda suelta a su amor por la space opera, la mitología y el misticismo en La Odisea de la Metamorfosis, una novela gráfica publicada por entregas en las páginas de la revista Epic allá por 1980. En ella dio vida a Vanth Dreadstar, su héroe más carismático (que gozó de una serie propia publicada por los sellos Marvel, First y Malibu, sucesivamente).

Starlin estuvo ligado a Marvel durante décadas, pero abrió un paréntesis en su carrera para dedicarlo a DC en la segunda mitad de los ochenta. El autor de Detroit ya había colaborado con esta empresa insuflando savia nueva en publicaciones como DC Comics Presents (donde diseñó al villano Mongul) o Detective Comics (donde firmó Night of the Body Snatcher!, una de las aventuras más insólitas del Caballero Oscuro). Pero su relación con la editorial se acentuó en 1987 al convertirse en guionista titular de Batman formando equipo con el veterano dibujante Jim Aparo. Juntos planificaron el asesinato de Robin en una polémica historia titulada Una muerte en la familia. Además, Starlin se prodigó en diversas series limitadas, colaborando con Mike Mignola en Cosmic Odissey y con Berni Wrightson en The Weird y en Batman: The Cult. El lanzamiento de Gilgamesh II en febrero de 1989 cerró brillantemente este ciclo de colaboraciones con DC.

Se trataba de una puesta al día en clave de ciencia ficción de El poema de Gilgamesh, texto sumerio del II milenio a.C. El original era la crónica brumosa de un personaje legendario que, se presume, vivió en el siglo XXV a.C. El mito le atribuía un origen divino, un temperamento orgulloso y una gran amistad con un semidiós llamado Enkidu. Al morir este en combate, Gilgamesh emprendía una infructuosa misión de rescate cruzando las aguas de la muerte y presentándose ante la diosa fúnebre Ereshkigal. Fiel a la esencia del relato, Starlin situó el argumento en un futuro que hoy, cronológicamente, ya es pasado. Y levantó los cimientos de ese porvenir perecedero sobre conceptos extraídos de la fantasía y la ciencia ficción (especialmente de la novela Forastero en tierra extraña, de Robert A. Heinlein). El resultado fue una obra amena y sorprendente que condensaba en cuatro tomos las obsesiones de su creador.

En efecto, Starlin volcó en Gilgamesh II su pasión por la mitología, la religión, el misticismo, la épica, la muerte y la ciencia ficción. El narrador es Gilgamesh Bonner, un alienígena llegado accidentalmente a la Tierra. Hijo adoptivo de una familia hippie, exhibe desde muy temprano unas dotes físicas e intelectuales fuera de lo común (en un guiño irónico a Superman). Mientras crece, el mundo sufre una guerra devastadora. Para ponerle fin, Bonner se convierte en el máximo dirigente de una corporación que devuelve la paz a un planeta en ruinas. Pero la armonía impuesta por este régimen autocrático se quiebra con la aparición de un misterioso individuo capaz de igualar las proezas de Gilgamesh. La presencia de “El Otro” cambiará para siempre la vida de Bonner desbaratando el pacífico imperio que había levantado.

Gilgamesh II es una obra de madurez donde Starlin demuestra su maestría en el arte de manipular las expectativas de sus lectores. Con la astucia de un narrador consumado, imprime un ritmo creciente a cada episodio acumulando el suspense para hacerlo estallar en un clímax explosivo y, acto seguido, rematar la faena con el contrapunto de una coda ingeniosa y desconcertante. Todo para construir una sátira melancólica donde los héroes transpiran tristeza y los más altos ideales de la humanidad se encarnan, paradójicamente, en un extraterrestre. Una sátira a tener en cuenta porque, como los grandes maestros de la ciencia ficción, Jim Starlin construyó otro mundo para hablar del nuestro.

Jorge García

Artículo publicado originalmente en las páginas de Gilgamesh II.