Eccediciones

El mejor de los villanos posibles

La participación de Len Wein, editor responsable de Watchmen en 1986, como uno de los autores implicados en las precuelas fue bien acogida desde un principio por los aficionados, pues se esperaba que este veterano de la industria aportara al proyecto Antes de Watchmen coherencia con la obra de Alan Moore y perspectiva respecto a lo que esta supuso en su momento.

En otras palabras, los más suspicaces esperaban que Wein actuara como salvaguarda del espíritu del original. El escritor neoyorquino, al que debemos la creación de personajes tan indispensables como la Cosa del Pantano o Lobezno, parece haberse tomado muy en serio este rol, pues nos ofrece en Antes de Watchmen: Ozymandias la historia que bebe de forma más explícita (junto a la de Búho Nocturno) de la fuente original. Tanto es así que encontraréis durante su lectura fragmentos de texto literalmente tomados del clásico de Alan Moore, reflexiones verbalizadas por Adrian Veidt/Ozymandias durante el clímax de Watchmen y que Wein rescata para integrarlas en su narración como parte de la voz en off del protagonista.

Así, en este primer número el autor desarrolla narrativamente muchos de los acontecimientos sobre Veidt que en la obra de referencia se mencionaban en flashbacks y diálogos (contenidos principalmente en el capítulo Mirad mis obras, oh poderosos), permitiéndose la introducción de un único elemento dramático novedoso que, a la postre, se convierte en el detonante de que Adrian inicie su carrera como vigilante. Que el resultado se ciña tanto al original no debe sorprendernos, pues durante una de las muchas entrevistas promocionales el autor ya advertía de que lo único “estrictamente nuevo” que encontrarían los lectores en Antes de Watchmen sería el relato del Corsario Carmesí, incluido en las dos últimas páginas de cada miniserie y que está siendo escrito por el propio Wein e ilustrado por John Higgins, artista encargado en su momento de dar color al arte de Dave Gibbons. Esta historia se desarrolla en el mismo mundo de ficción que los Relatos del Navío Negro, aquel tebeo publicado en el universo Watchmen por una DC Comics alternativa que, en lugar de dedicarse a las aventuras de superhéroes, se había especializado en cómics de piratas, y que servía de contrapunto a la trama central de Watchmen, dotando a la historia del náufrago de un potente doble sentido.

Pero no penséis que esta intertextualidad tan acusada significa que Ozymandias no tiene nada nuevo que ofrecer. Wein es un autor astuto, y aunque el armazón de su historia está sacado de la obra de Moore, él se ha encargado de acoplar las cuadernas y levantar los mástiles, haciendo descansar el atractivo de este cómic en su imponente estilo narrativo, en el que juega un papel fundamental el ilustrador Jae Lee. Y es que si algo llama la atención al hojear Antes de Watchmen: Ozymandias, es su atractivo visual. La elección de Lee no podía ser más acertada, ya que su lápiz elegante y su estilo hierático y estilizado encajan a la perfección con la visión de Adrian Veidt, marcada por el resplandeciente legado de Alejandro Magno y los faraones de la antigüedad.

Hay, en este sentido, una intención por parte de los autores de recalcar un aspecto que quedaba implícito en la obra de Alan Moore: la visión supremacista del mundo (algunos dirán “nazi”) que posee el personaje de Ozymandias, autoproclamado faro de una humanidad condenada a naufragar en las tinieblas si él no lo evita con su guía. Adrian Veidt, convencido de ser el único capaz de deshacer el nudo gordiano de la era moderna (la escalada nuclear), no deja de ser un nuevo déspota ilustrado: todo por el pueblo, pero sin el pueblo (y a pesar del pueblo, cabría añadir). Para destacar este aspecto fundamental del protagonista, Len Wein impregna al relato en primera persona de Veidt de un ritmo solemne e “iluminado”, y Jae Lee despliega una composición visual vertical, simétrica y llena de planos contrapicados que alude a la imaginería totalitarista. No hacen sino subrayar con estos recursos narrativos el peligroso carácter mesiánico de Adrian Veidt/Ozymandias, el hombre que cree esgrimir la espada capaz de deshacer el nudo.

Especialmente sobrecogedor resulta el onírico momento en el que Adrian Veidt comprende que su gran referente, Alejandro Magno, fracasó en su misión, pues la unidad que creó no le sobrevivió. Así, Veidt aspira a triunfar donde no lo pudo hacer el mismísimo Alejandro: quiere unir a la humanidad de forma permanente y él está dispuesto a asumir el sacrificio (ajeno) necesario para conseguirlo. Para ello lleva al extremo de la literalidad el concepto de “Leviatán” expuesto por el filósofo británico Thomas Hobbes en su obra del mismo nombre, que simboliza en el monstruo Leviatán la amenaza exterior compartida por todos los hombres que les lleva a unirse bajo un estado protector (en lo que se ha entendido como una justificación racional de los estados absolutistas).

Lo que Adrian Veidt nunca llega a verbalizar, ni en Watchmen ni en este Before Watchmen, es que Alejandro Magno no tenía la visión de un mundo unido, sino sometido bajo su imperio. Si esta es la intención manifiesta de Ozymandias o si el hombre más inteligente del mundo se engaña a sí mismo, cae en el terreno de la ambigüedad. Sea como sea, el resultado final no difiere mucho del objetivo de Alejandro el Conquistador, pues tras el desenlace contemplamos cómo la presencia de Industrias Veidt y de sus productos es más patente que nunca. Lo que queda es una sociedad bajo el manto protector del imperio comercial de Adrian Veidt.

En definitiva, Alan Moore creó al mejor de los villanos posibles, uno cuyos objetivos y motivaciones podíamos llegar a comprender y validar (como terminan haciendo todos los héroes... excepto Rorschach). El objetivo de Wein con esta miniserie, según sus propias palabras, es “detallar toda la vida del personaje hasta su primera aparición en Watchmen”, un viaje fascinante que lleva al hijo de unos inmigrantes alemanes a convertirse en uno de los villanos más complejos que ha dado el mundo del cómic.

David B. Gil