Eccediciones

El hombre que rompió al murciélago

 Aunque la primera de las historias recopiladas en el presente volumen explicita el origen ficcional de Bane, no está de más arrojar luz sobre el proceso creativo que derivó en el nacimiento de uno de los más letales enemigos del Hombre Murciélago. Por su curioso periplo editorial y por la valía de los autores –y editores– involucrados en dicha tarea, pero también por lo irrepetible del contexto en el que se desarrollaron los acontecimientos.

En 1992 la popularidad del personaje vivía uno de los niveles más álgidos de su historia, gracias a las adaptaciones cinematográficas (Batman y su secuela Batman vuelve, de Tim Burton) y televisiva (Batman: The Animated Series, de Bruce Timm y Eric Radomski), que habían logrado desatar una batmanía sin precedentes. Consciente de la necesidad de rentabilizar el éxito generado y estar a la altura de las expectativas de los nuevos lectores captados, Dennis O’Neil se propuso articular un gran evento que sacudiera los cimientos de la franquicia, desarrollando a conciencia una idea sugerida por Peter Milligan antes de que abandonara su puesto como guionista de Detective Comics: dar la alternativa a un nuevo personaje como portador del manto del Murciélago. La propuesta sedujo al veterano editor, pero planteaba la necesidad de designar al sustituto del Caballero Oscuro e idear una razón que justificara su ausencia temporal. Como solución al primer escollo, O’Neil creó a Jean-Paul Valley, miembro de la misteriosa Orden de San Dumas que comenzó a adquirir un protagonismo cada vez mayor a raíz de La espada de Azrael: serie limitada con lápices de un joven Joe Quesada que se convirtió en la carta de presentación del aspirante a nuevo protector de Gotham.

En cuanto a la coartada argumental que propiciara la retirada temporal del Caballero Oscuro original, se materializó en forma de antagonista, cuyo diseño y desarrollo corrió principalmente por cuenta de Chuck Dixon y Graham Nolan. El propio guionista comenta los parámetros editoriales sobre los que se movieron: “Tenía que ser física e intelectualmente un igual de Batman, de forma que resultara creíble que pudiera vencerle y provocarle lesiones lo suficientemente graves para que estuviera fuera de la acción durante un año”. Más allá de estos requerimientos, Dixon sabía que dotar al personaje de un trasfondo dramático contribuiría no solo a que los lectores sintieran cierta simpatía por él, sino también a establecer un juego de paralelismos entre el temible Bane –“ruina”, “pesadilla” o “perdición”, en inglés– y el Cruzado de la Capa: dos hombres hechos a sí mismos, obsesionados por alcanzar la perfección y decididos a llevar a buen término sus respectivas misiones, cimentadas sobre motivaciones radicalmente opuestas. Honrar la memoria de sus padres combatiendo el crimen que asola Gotham, en un caso, y la dominación mundial en el otro.

Además de servir para presentarlo como un poderoso enemigo, La venganza de Bane permitió establecer las azarosas razones por las que el personaje decidió trasladarse a Gotham: el interés de Pájaro por vengarse de un antiguo amigo, afincado en una ciudad que si llamó la atención de Bane fue por el hecho de contar con un héroe ataviado como un murciélago… precisamente el animal que representaba el miedo en sus sueños; un miedo que, según la visión del “yo futuro” que guio su destino, debía derrotar antes de “mandar sobre todos los hombres”.

Movido por su férrea voluntad y por los efectos de la droga Veneno –que conocimos en el arco argumental homónimo de Legends of the Dark Knight (núms. 16 a 20)–, Bane se convirtió en uno de los personajes principales de la saga titulada Knightfall La caída del murciélago, en su edición española–, protagonizando una sucesión de acontecimientos recordada por O’Neil: “Primero, provocó la fuga de todos los presos de Arkham, de forma que la ciudad se vio abrumada por una plaga de gente realmente malvada. Batman se mantuvo ocupado durante unas seis semanas, sin poder descansar ni dormir, atrapando a estos tipos y metiéndolos de nuevo entre rejas. Finalmente, Bane se enfrentó a él, manteniendo una pelea brutal que, por primera vez en la historia, se saldó con Batman derrotado, sin ningún género de dudas”. Ese significativo momento fue plasmado por Jim Aparo en las páginas de Batman núm. 497 (1993), que contenía una impactante página en la que Bane rompía de forma literal al Hombre Murciélago, hasta el punto de postrarlo en una silla de ruedas.

Las consecuencias de tan impactante secuencia provocaron que Bruce Wayne cediera el manto del Murciélago al inexperto Jean-Paul, de forma que este remozado Caballero Oscuro –ataviado con una armadura high tech– se convirtió en émulo de los superhéroes violentos e hipermusculados que por aquel entonces imperaban en la industria debido al influjo de Image Comics. Aunque, en un movimiento no exento de carga simbólica, la saga y sus ramificaciones terminaron con un Bruce ya recuperado haciendo entrar en razón a su sustituto, sumido en una espiral de violencia y destrucción. Un regreso, el del Batman original, que parecía representar la preponderancia del héroe clásico frente a los intentos de llevar el género por derroteros más hiperbólicos.

Sea como fuere, resulta innegable que Bane fue creado como pretexto argumental, pero, gracias a la contribución de diferentes equipos creativos que supieron ver el potencial que atesoraba, logró trascender dicha condición para asentarse como uno de los integrantes más letales de la competitiva galería de villanos del Hombre Murciélago. Aquel que se reserva en exclusiva el mérito de haberle infligido su derrota más contundente y dolorosa.

David Fernández