Nadie existe en el vacío. O como dijera el poeta y prosista inglés John Donne, “Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo”. Nuestro proceso de realización personal se da a partir de los demás, en confrontación con ellos, en simbiosis con todos. Por eso las campanas, cuando doblan, lo hacen por cada uno de nosotros, y por eso también cualquier nacimiento, caída o conquista individual se entreteje con otros tantos nacimientos, caídas o conquistas.
Algo de eso debieron de tener en mente Francis Manapul y Brian Buccellato cuando asumieron la responsabilidad de decidir los futuros del Velocista Escarlata con un consejo del guionista Geoff Johns, artífice de la vuelta de Barry Allen al estrellato, como único norte: “Escribid solo de lo que sabéis y sobre lo que sentís”. Así, en consonancia con lo abrumados que estaban ellos mismos por debutar como escritores en el primer número del responsable de que exista un nuevo Universo DC, centraron su arco argumental inicial en explorar el desbordamiento físico y emocional que vivía Flash al enfrentarse a su otrora mejor amigo Manuel Lago, convertido ahora en un villano capaz de estar en mil lugares a la vez. Y en este tercer volumen, donde han reintroducido la galería de villanos del Sultán de la Velocidad de forma progresiva, cuando ya los autores se perciben cada vez más afianzados como tejedores de historias y aprenden “nuevas cosas sobre cómo narrar de forma fresca e innovadora”, optan por hablarnos de Flash mientras este se descubre a sí mismo y madura como héroe. Pero si citábamos la famosa frase de John Donne en primer lugar es porque Manapul y Buccellato no conectan únicamente a su criatura con sus vivencias personales, sino que también se esfuerzan porque “el elenco de secundarios de la cabecera refleje el viaje de autodescubrimiento que Barry está experimentando”. De esta manera, cada entrega de Flash, cada contrincante a batir, cada dilema que sesga la paz de uno de sus allegados, explora algún aspecto en la ruta del heroísmo desde una perspectiva coral e interrelacionada, en un curioso abordaje narrativo erigido a base de resonancias y leitmotivs que se articulan alrededor pasos de una idea motriz: ¿cómo orientarse y posicionarse rectamente en un mundo en constante progresión?
Y es que para Manapul y Buccellato quedó claro desde el principio que la colección dedicada a Barry Allen debía ser “reminiscente de los tebeos clásicos de superhéroes”, dado que su protagonista, aunque ahora sea “más joven y guay”, siempre se ha caracterizado por “tener un marcado código moral”. De modo coherente con la visión de Barry ofrecida por su antecesor, Geoff Johns, quien se había referido a él como “el mayor de los héroes” o “el grande”, Manapul y Buccellato apuestan por hacer de Barry un justiciero para todos los públicos: “Lo que nos gusta de Barry es esa sensación de pureza que desprende, especialmente si le comparas con lo que hay en el mercado hoy día. ¡Todos los demás están tan crispados! Sentíamos que existía la necesidad de un tipo de héroe muy puro, sin que eso signifique hacerle ingenuo. Es uno de esos personajes clásicos que a los chavales les encanta. Es nítidamente bueno”. En resumen, los autores han querido presentar un héroe que pudiese resultar verdaderamente inspirador y, a tal fin, nos invitan a descubrirlo por la vía de darnos a conocer sus dudas e inquietudes, pero también mediante la descripción de las circunstancias que le rodean, circunstancias que envuelven al lector y que, por identificación o contraste, definen al héroe, siendo su galería de villanos una de esas “circunstancias” más significativas. Unos villanos que, en líneas generales, han evolucionado de forma orgánica con respecto a la versión que de ellos era conocida, a partir de un suceso todavía desconocido para el lector, pero que en algunos casos muy concretos han sufrido modificaciones radicales.
Así sucede con Gorila Grodd, quien diera sus primeros pasos en 1959, cuando cualquier portada con un primate en ella disparaba las ventas de un título y que, en fechas más recientes, amalgamaba de forma original los poderes psiónicos de una mente evolucionada con la fiereza de un animal salvaje. Manapul y Buccellato, fieles a su voluntad de tamizar lo fantástico de verosimilitud, reinterpretan ahora las habilidades telepáticas de Grodd bajo un prisma muy físico y ubican Ciudad Gorila en las montañas Virunga, una cadena de volcanes de África que, en la realidad, sirve de refugio a una de las dos únicas poblaciones en libertad de gorilas de montaña que todavía quedan en nuestro planeta. También ocurre así con Patinadora, la hermana del Capitán Frío, presencia casi testimonial a lo largo de toda su carrera con excepción de una saga ideada por Cary Bates en la que esta villana, patinadora con poderes hipnóticos capaz de producir hielo sobre el que deslizarse, parecía haber seducido y pervertido al padre de Barry ante sus atónitos ojos. Sin duda, no ha de resultarnos extraño que un concepto tan estrafalario como aquel haya sido actualizado totalmente para el nUDC, convirtiéndola en una enemiga tan maquiavélica y misteriosa como inaprensible.
Pero estos y otros villanos, nuevos o evolucionados, como el resto de la cohorte de las Ciudades Gemelas, queda claro que están aquí para desvelarnos la peripecia de Flash, estableciendo un juego de reflejos digno del Amo de los Espejos. Originariamente, Manuel Lago y la Oclocracía han supuesto la tentación de huir de los propios problemas, mientras que el Capitán Frío representa la determinación para conseguir lo que deseas y dónde pones el límite. Grodd, según hemos visto, encarna tanto el miedo que debe enfrentarse como la necesidad de evolucionar. El Hechicero del Clima vive en su episodio unas circunstancias muy similares a las de Flash, constreñido por responsabilidades que podría decirse le han venido impuestas y obligado a sacrificarse a sí mismo. Ola de Calor, por su parte, se convierte en paradigma de la clandestinidad y el aislamiento, en un momento en que Barry, de forma paralela al Director Singh, ha escogido esconder y enterrar la verdad de su identidad... permaneciendo muerto para el mundo.
Toni Boix
Algo de eso debieron de tener en mente Francis Manapul y Brian Buccellato cuando asumieron la responsabilidad de decidir los futuros del Velocista Escarlata con un consejo del guionista Geoff Johns, artífice de la vuelta de Barry Allen al estrellato, como único norte: “Escribid solo de lo que sabéis y sobre lo que sentís”. Así, en consonancia con lo abrumados que estaban ellos mismos por debutar como escritores en el primer número del responsable de que exista un nuevo Universo DC, centraron su arco argumental inicial en explorar el desbordamiento físico y emocional que vivía Flash al enfrentarse a su otrora mejor amigo Manuel Lago, convertido ahora en un villano capaz de estar en mil lugares a la vez. Y en este tercer volumen, donde han reintroducido la galería de villanos del Sultán de la Velocidad de forma progresiva, cuando ya los autores se perciben cada vez más afianzados como tejedores de historias y aprenden “nuevas cosas sobre cómo narrar de forma fresca e innovadora”, optan por hablarnos de Flash mientras este se descubre a sí mismo y madura como héroe. Pero si citábamos la famosa frase de John Donne en primer lugar es porque Manapul y Buccellato no conectan únicamente a su criatura con sus vivencias personales, sino que también se esfuerzan porque “el elenco de secundarios de la cabecera refleje el viaje de autodescubrimiento que Barry está experimentando”. De esta manera, cada entrega de Flash, cada contrincante a batir, cada dilema que sesga la paz de uno de sus allegados, explora algún aspecto en la ruta del heroísmo desde una perspectiva coral e interrelacionada, en un curioso abordaje narrativo erigido a base de resonancias y leitmotivs que se articulan alrededor pasos de una idea motriz: ¿cómo orientarse y posicionarse rectamente en un mundo en constante progresión?
Y es que para Manapul y Buccellato quedó claro desde el principio que la colección dedicada a Barry Allen debía ser “reminiscente de los tebeos clásicos de superhéroes”, dado que su protagonista, aunque ahora sea “más joven y guay”, siempre se ha caracterizado por “tener un marcado código moral”. De modo coherente con la visión de Barry ofrecida por su antecesor, Geoff Johns, quien se había referido a él como “el mayor de los héroes” o “el grande”, Manapul y Buccellato apuestan por hacer de Barry un justiciero para todos los públicos: “Lo que nos gusta de Barry es esa sensación de pureza que desprende, especialmente si le comparas con lo que hay en el mercado hoy día. ¡Todos los demás están tan crispados! Sentíamos que existía la necesidad de un tipo de héroe muy puro, sin que eso signifique hacerle ingenuo. Es uno de esos personajes clásicos que a los chavales les encanta. Es nítidamente bueno”. En resumen, los autores han querido presentar un héroe que pudiese resultar verdaderamente inspirador y, a tal fin, nos invitan a descubrirlo por la vía de darnos a conocer sus dudas e inquietudes, pero también mediante la descripción de las circunstancias que le rodean, circunstancias que envuelven al lector y que, por identificación o contraste, definen al héroe, siendo su galería de villanos una de esas “circunstancias” más significativas. Unos villanos que, en líneas generales, han evolucionado de forma orgánica con respecto a la versión que de ellos era conocida, a partir de un suceso todavía desconocido para el lector, pero que en algunos casos muy concretos han sufrido modificaciones radicales.
Así sucede con Gorila Grodd, quien diera sus primeros pasos en 1959, cuando cualquier portada con un primate en ella disparaba las ventas de un título y que, en fechas más recientes, amalgamaba de forma original los poderes psiónicos de una mente evolucionada con la fiereza de un animal salvaje. Manapul y Buccellato, fieles a su voluntad de tamizar lo fantástico de verosimilitud, reinterpretan ahora las habilidades telepáticas de Grodd bajo un prisma muy físico y ubican Ciudad Gorila en las montañas Virunga, una cadena de volcanes de África que, en la realidad, sirve de refugio a una de las dos únicas poblaciones en libertad de gorilas de montaña que todavía quedan en nuestro planeta. También ocurre así con Patinadora, la hermana del Capitán Frío, presencia casi testimonial a lo largo de toda su carrera con excepción de una saga ideada por Cary Bates en la que esta villana, patinadora con poderes hipnóticos capaz de producir hielo sobre el que deslizarse, parecía haber seducido y pervertido al padre de Barry ante sus atónitos ojos. Sin duda, no ha de resultarnos extraño que un concepto tan estrafalario como aquel haya sido actualizado totalmente para el nUDC, convirtiéndola en una enemiga tan maquiavélica y misteriosa como inaprensible.
Pero estos y otros villanos, nuevos o evolucionados, como el resto de la cohorte de las Ciudades Gemelas, queda claro que están aquí para desvelarnos la peripecia de Flash, estableciendo un juego de reflejos digno del Amo de los Espejos. Originariamente, Manuel Lago y la Oclocracía han supuesto la tentación de huir de los propios problemas, mientras que el Capitán Frío representa la determinación para conseguir lo que deseas y dónde pones el límite. Grodd, según hemos visto, encarna tanto el miedo que debe enfrentarse como la necesidad de evolucionar. El Hechicero del Clima vive en su episodio unas circunstancias muy similares a las de Flash, constreñido por responsabilidades que podría decirse le han venido impuestas y obligado a sacrificarse a sí mismo. Ola de Calor, por su parte, se convierte en paradigma de la clandestinidad y el aislamiento, en un momento en que Barry, de forma paralela al Director Singh, ha escogido esconder y enterrar la verdad de su identidad... permaneciendo muerto para el mundo.
Toni Boix