Eccediciones
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El fuego del primigenio

Cualquier lector veterano de cómics sabe diferenciar una bravata de una amenaza que va en serio. Se nota. Casi basta un vistazo al villano de turno para distinguir si estamos ante un pobre diablo condenado a la eterna dieta de puñetazo y celda o ante un peligro auténtico que solo está esperando su momento, a quien no afectan las derrotas porque sabe que tarde o temprano le llegará el momento de la victoria. El monstruoso Joker del Batman de Scott Snyder y Greg Capullo, más macabro que nunca, o el escalofriante retrato de Lex Luthor llevado a cabo por Charles Soule y Raymund Bermúdez en Superman son buenos ejemplos de que en el Universo DC abunda lo segundo, auténticas némesis que no descansarán hasta ver el cadáver de su heroico enemigo. Quienes busquen más ejemplos de estos prodigios del mal pueden asomarse a Green Lantern, con el retorno de Mano Negra, o al sexto número de La Cosa del Pantano, donde Soule hace un aterrador relato de Anton Arcane.

Nadie podrá decir que el Primogénito no lleva tiempo advirtiendo de que la suya no es una amenaza vacía. Ya en su primera aparición hizo gala de una brutalidad extrema hasta para el violento mundo de esta colección. Sus enfrentamientos con Wonder Woman demostraron hasta qué punto es poderoso y su ejemplar como parte del mes de los villanos mostró que para él solo vale la victoria por imposición. Los dioses helenos, tan pagados de sí mismos como en las historias originales, tan convencidos de su poder, aún lo ven como una herramienta que pueden utilizar para sus propios fines. No pasará mucho tiempo hasta que comprueben que quien juega con fuego termina quemándose, y que el odio del Primogénito arde con la intensidad de un sol.

Alberto Morán Roa

Artículo publicado originalmente en las páginas de Wonder Woman núm. 8.