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El fin de una etapa

El fin de los días es el volumen con el que concluye la etapa de Grant Morrison al frente de la serie original Action Comics. En 2011, cuando se anunció el arranque del Nuevo Universo DC, la visión que el guionista iba a dar de Superman se convirtió de inmediato en uno de los relanzamientos más esperados. Avalado por una trayecto­ria repleta de imaginación y por un conocimiento de las entrañas del personaje que ya había demostrado en anteriores ocasiones, como JLA o Crisis Final, Morrison cumplió las expectativas y deslumbró con una etapa sublime para la que contó con dibujantes del talento de Rags Morales o Ben Oliver.

El primer aspecto que llamó la atención del nuevo Superman era aquel retorno a los orígenes que ya quedaba patente en el primer episodio de Superman y los Hombres de Acero, el título del primer volumen de esta recopilación de ECC Ediciones. Recor­demos que, durante sus primeros tiempos de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster, el Último Hijo de Krypton no peleaba con supervillanos ni con robots gigantes, sino que era más bien un justiciero social que salvaba de la silla eléctrica a personas ino­centes. El enfoque de Morrison rindió un homenaje evidente a aquellos inicios, con Superman interponiéndose entre una bola de demolición y un edificio de viviendas de ciudadanos humildes de Metropolis. Es por esto, y por otras acciones similares también, por lo que el héroe chocaba frontalmente con la policía local e incluso con el ejército de Estados Unidos. En resumen, las autoridades no veían con buenos ojos a un activista capaz de levantar furgones blindados sin hacer el menor esfuerzo.

No obstante, los supervillanos tradicionales no tardaron en llegar, como no podía ser de otro modo, y no se hicieron tanto de rogar como en los tiempos de Siegel y Shuster. Lex Luthor se convertía de inmediato en némesis del Hombre de Acero como científico a sueldo del ejército que intentaba desentrañar los secretos de su detestado alienígena, al que llegó incluso a torturar con tal de obtener la infor­mación que anhelaba. Después de la saga inaugural, Luthor pasaba a un segundo plano que contrastaba con el futuro inmediato que le aguardaba en el nUDC, pero ya sería en otros títulos y en manos de otros autores, sobre todo de Geoff Johns, que tuvo la afortunada osadía de incorporarlo a la mismísima Liga de la Justicia una vez terminada Maldad eterna. Quien también hacía acto de aparición bastante pronto era Metalo, enemigo medular creado en la Edad de Plata cuyo principal acti­vo es llevar un corazón de kryptonita, el único material capaz de debilitar e incluso matar a Kal-El. Con Morrison, este personaje tan sencillo adquirió una profundidad insólita, ya que tenía motivos personales potentes para tener manía a Superman, aunque no estuviera exento de un honor que sería lo que le llevaría a ponerse el órgano de kryptonita. En cuanto a Brainiac, el famoso alienígena de inteligencia sin parangón, Morrison lo utilizó como adversario principal de su primera saga, todo un conquistador espacial cuya presencia en la Tierra auguraba tiempos incluso menos halagüeños. No debemos olvidarnos en este punto de los delincuentes kryptonianos encerrados en la Zona Fantasma, ni tampoco del villano que revela su existencia en este volumen y cuya identidad no desvelaremos en estas líneas para no estropear la lectura del mismo.

El reparto de secundarios también recibía un lavado de cara, con Lois Lane y Jimmy Olsen adaptados a los nuevos tiempos. Sin embargo, la relación entre Clark Kent y su colega periodista quedaría en manos de George Pérez en la colección Superman, ambientada en el presente del nUDC. Sería allí donde se establecería que la relación profesional que plantea Morrison no terminaría derivando en un romance, sino en una sincera amistad que llevaría a cada uno a seguir su propio rumbo sentimental. La Legión de Superhéroes también encontraba su hueco en la etapa de Morrison como coprotagonista de aquellos episodios dibujados por Andy Kubert donde los justicieros del siglo XXXI ayudaban a su viejo amigo a deshacerse de una amenaza de magnitud considerable.

El guionista escocés es un amante confeso del concepto de Multiverso y de todo lo que implica para los personajes de DC Comics. Como vimos en el segundo volumen, A prueba de balas, y más concretamente en el episodio La maldición de Superman, dibujado por Gene Ha, Morrison tiene una facilidad innata para presentar variacio­nes de nuestros personajes favoritos. En este caso, se trataba de Kalel, presidente de Estados Unidos en Tierra 23, una idea magnífica en que profundizó en el siguiente proyecto que emprendió para la editorial terminada su estancia en Action Comics. Estamos hablando, cómo no, de El Multiverso, una serie limitada compuesta por diversos especiales que abordaban un peligro que recorría todas las dimensiones paralelas conocidas. Fue allí donde retomó a Kalel como epílogo, por no decir bro­che de oro, de una etapa de Superman que ya se había convertido en todo un clásico contemporáneo.

Fran San Rafael

Artículo publicado en las páginas de Superman: El fin de los dias ¡Ya disponible en vuestra librería habitual!

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