En 2017 se conmemora el centenario del nacimiento de Jacob Kurtzberg “Jack Kirby” (Nueva York, 1917-California, 1994). Creador infatigable, Kirby fue durante cinco décadas una de las figuras más relevantes en la industria de los cómics. Cultivó toda clase de géneros, del western al romance, pasando por la ciencia ficción, la biografía o el thriller criminal. A todos les imprimió un sello propio. Pero, ante todo, destacó por la audacia de sus incursiones en la temática de los superhéroes, ya sea con Stan Lee o Joe Simon, ya sea en solitario. Entre sus creaciones más populares figuran el Capitán América, los Cuatro Fantásticos, los X-Men, Estela Plateada, Kamandi, los Investigadores de lo Desconocido o Manhunter. Pero, del conjunto de una producción ingente, destaca El Cuarto Mundo como su obra más emblemática y personal. Eran una sesentena de cómics procedentes de cuatro series distintas (Jimmy Olsen, el amigo de Superman, Los Nuevos Dioses, Los Jóvenes Eternos y Mr. Milagro) publicadas por DC entre 1970 y 1974. Por entonces, el “Rey” (como Stan Lee apodaba a Jack Kirby) se encontraba en el cénit creativo de una carrera iniciada 35 años antes.
Kirby creció en el seno de una familia de origen judío en el Lower East Side, ese barrio deprimido del sudeste de Manhattan que retrató con acierto el cineasta Sergio Leone en la película Érase una vez en América. Las tiras de prensa fueron para el joven Kirby el mecanismo ideal para evadirse de un entorno dominado por la miseria y la delincuencia. Artista autodidacta, sus biógrafos Mark Evanier y Steve Sherman han señalado Flash Gordon de Alex Raymond como fuente de inspiración. Pero el “Rey” no debutó profesionalmente en el campo de los tebeos, sino en el de los dibujos animados.
En 1936, inició una breve carrera en los estudios Max Fleischer como animador de los cortos de Popeye. A continuación, se empleó durante tres años como caricaturista, humorista gráfico y dibujante de tiras de prensa en la agencia Lincoln Newspaper Syndicate. En paralelo, multiplicó su producción trabajando bajo diversos seudónimos para el estudio de Will Eisner y Jerry Iger a fines de los treinta. En enero de 1940, irrumpió en el pujante mercado de los justicieros enmascarados con la tira de prensa Blue Beetle. Desde entonces, su trayectoria estuvo ligada de un modo u otro a la temática de los superhéroes.
En esa época conoció al talentoso historietista Joe Simon. Juntos formaron un equipo creativo que consiguió un éxito instantáneo con el cómic Capitán América (1941). Esta obra les valió una sólida reputación que revalidaron acto seguido en National Comics (futura DC). Allí firmaron decenas de páginas en publicaciones como Adventure Comics, Star-Spangled Comics o la popularísima The Boy Commandos (sobre una pandilla de críos en el frente europeo de la Segunda Guerra Mundial). Kirby llegó a dibujar cinco páginas diarias. Aun así, necesitó ayudantes para cumplir las férreas fechas de entrega. Tanta fertilidad quedó truncada cuando el “Rey” fue movilizado y destinado al servicio de infantería entre 1943 y 1945.
De regreso a la vida civil, se reencontró con Simon, y juntos continuaron produciendo tebeos para diversas compañías. Cultivaron los géneros más diversos. Certificaron el nacimiento del comic book “romántico” con la revista Young Romance (1947). Firmaron los thrillers criminales más truculentos en publicaciones como Clue Comics o Headline Comics. Crearon historias de horror sobrenatural para Black Magic (1950). Incluso fundaron su propio sello editor: Mainline (1953), que publicaba wésterns (Bullseye), historietas bélicas (Foxhole), romances (In Love) y una revista sobre crímenes (Police Trap). Desafortunadamente, la campaña de descrédito contra los cómics emprendida por el psiquiatra Fredric Wertham a mediados de los cincuenta arruinó su iniciativa editorial.
Hacia 1957, los superhéroes recobraban lentamente el interés del público y Kirby recaló puntualmente en DC. Para esta compañía creó una cabecera muy singular: Los Investigadores de lo desconocido (1958). También remodeló con éxito a Green Arrow en las páginas de Adventure Comics (concibiendo la célebre isla desierta donde Oliver Queen desarrollaba sus habilidades con el arco). A continuación, firmó junto a los guionistas Dick y Dave Wood la espectacular tira de prensa Sky Masters of the Space Force (1958), que hubo de abandonar en 1961 por complicaciones legales. Ese mismo año imprimió un giro a su carrera revitalizando definitivamente el género de superhéroes. Y es que se unió al guionista Stan Lee para crear la fórmula de los héroes discutidores y pendencieros en la serie Los Cuatro Fantásticos.
Durante un centenar de episodios, esta cabecera fue un vendaval creativo sin precedentes. Se convirtió en el cimiento sobre el que se alzó posteriormente el universo Marvel. Su semilla engendró un cosmos narrativo en constante ebullición que se multiplicó cuantitativa y cualitativamente en títulos como El increíble Hulk, X-Men, Los Vengadores o Thor. Espoleado por el reto de realizar historias cada vez más largas y ambiciosas, Kirby maduró la estética estilizada, original, vertiginosa y colosal que distinguió su obra desde entonces. Su estilo reventó los corsés formales del género y alcanzó de paso una popularidad tremenda. La imaginación del dibujante bullía con un torbellino de ideas que plasmaba a gran velocidad en imágenes de una potencia devastadora. Raro era el episodio que no presentaba un personaje nuevo o un concepto innovador. En 1970, sin embargo, el “Rey” interrumpió su carrera en Marvel para firmar un contrato con DC bajo la dirección editorial de Carmine Infantino (empeñado por entonces en modernizar la imagen de la compañía). En palabras del crítico Gary Groth, el resultado fue “conceptualmente, la obra más ambiciosa y audaz de Kirby”.
El Cuarto Mundo era una epopeya caudalosa compuesta por cuatro series entrelazadas. ¿Su tema? La lucha eterna entre el bien y el mal, a una escala que empequeñecía las mitologías más barrocas y elaboradas. Los protagonistas alcanzaban en muchos casos una estatura mítica (no en vano, recibían el apelativo de “Nuevos Dioses”). Frente a ellos, un villano a medida: Darkseid (término homófono de “dark side”, “lado tenebroso” en español). Según el estudioso Dwight R. Decker, Darkseid era “un malvado como nunca se había visto ni se ha vuelto a ver en un comic book, por su maldad siniestra, calculadora, fría y absoluta”. Como telón de fondo, la amenaza de un apocalipsis inminente cuyo desenlace se pospuso hasta la publicación de la novela gráfica The Hunger Dogs en 1985.
Para plasmar en imágenes este conflicto cósmico, la imaginación de Kirby se desbordó en un torrente de innovaciones gráficas de gran impacto visual: diseños colosales, arquitecturas imposibles, un despliegue de energía sin precedentes que culminaba en las viñetas a doble página. Con estos recursos (y un rigor narrativo a prueba de bombas), la historia del Cuarto Mundo alcanzó en el espacio de unos pocos números una dimensión mítica.
Eso que llamamos “mitos” son, por lo general, un conjunto heterogéneo de creencias que cristalizan en un relato más o menos coherente mediante un proceso de decantación que requiere siglos. Milenios incluso. Kirby levantó una auténtica cosmogonía en apenas cuatro años (y con un cierre abrupto impuesto por la fría acogida del público). Una mitología ingenua, si se quiere. Pero rica, variada y con un poder de sugestión tal que ha inspirado durante décadas a historietistas de la talla de Alan Moore, Jim Starlin, Mike Mignola, John Byrne, Frank Miller, Grant Morrison, Walter Simonson. El Cuarto Mundo es un caudal inagotable de sorpresas que ECC reúne en una edición íntegra compuesta por cuatro volúmenes indispensables. Una joya, un islote, la historieta como libro sagrado.
Jorge García
Artículo publicado en el volumen El Cuarto Mundo de Jack Kirby vol. 01 ¡Ya disponible en vuestra librería habitual!
Otros links de interés:
Previa de El Cuarto Mundo de Jack Kirby vol. 01
Recorrido visual por El Cuarto Mundo de Jack Kirby vol. 01
Kirby creció en el seno de una familia de origen judío en el Lower East Side, ese barrio deprimido del sudeste de Manhattan que retrató con acierto el cineasta Sergio Leone en la película Érase una vez en América. Las tiras de prensa fueron para el joven Kirby el mecanismo ideal para evadirse de un entorno dominado por la miseria y la delincuencia. Artista autodidacta, sus biógrafos Mark Evanier y Steve Sherman han señalado Flash Gordon de Alex Raymond como fuente de inspiración. Pero el “Rey” no debutó profesionalmente en el campo de los tebeos, sino en el de los dibujos animados.
En 1936, inició una breve carrera en los estudios Max Fleischer como animador de los cortos de Popeye. A continuación, se empleó durante tres años como caricaturista, humorista gráfico y dibujante de tiras de prensa en la agencia Lincoln Newspaper Syndicate. En paralelo, multiplicó su producción trabajando bajo diversos seudónimos para el estudio de Will Eisner y Jerry Iger a fines de los treinta. En enero de 1940, irrumpió en el pujante mercado de los justicieros enmascarados con la tira de prensa Blue Beetle. Desde entonces, su trayectoria estuvo ligada de un modo u otro a la temática de los superhéroes.
En esa época conoció al talentoso historietista Joe Simon. Juntos formaron un equipo creativo que consiguió un éxito instantáneo con el cómic Capitán América (1941). Esta obra les valió una sólida reputación que revalidaron acto seguido en National Comics (futura DC). Allí firmaron decenas de páginas en publicaciones como Adventure Comics, Star-Spangled Comics o la popularísima The Boy Commandos (sobre una pandilla de críos en el frente europeo de la Segunda Guerra Mundial). Kirby llegó a dibujar cinco páginas diarias. Aun así, necesitó ayudantes para cumplir las férreas fechas de entrega. Tanta fertilidad quedó truncada cuando el “Rey” fue movilizado y destinado al servicio de infantería entre 1943 y 1945.
De regreso a la vida civil, se reencontró con Simon, y juntos continuaron produciendo tebeos para diversas compañías. Cultivaron los géneros más diversos. Certificaron el nacimiento del comic book “romántico” con la revista Young Romance (1947). Firmaron los thrillers criminales más truculentos en publicaciones como Clue Comics o Headline Comics. Crearon historias de horror sobrenatural para Black Magic (1950). Incluso fundaron su propio sello editor: Mainline (1953), que publicaba wésterns (Bullseye), historietas bélicas (Foxhole), romances (In Love) y una revista sobre crímenes (Police Trap). Desafortunadamente, la campaña de descrédito contra los cómics emprendida por el psiquiatra Fredric Wertham a mediados de los cincuenta arruinó su iniciativa editorial.
Hacia 1957, los superhéroes recobraban lentamente el interés del público y Kirby recaló puntualmente en DC. Para esta compañía creó una cabecera muy singular: Los Investigadores de lo desconocido (1958). También remodeló con éxito a Green Arrow en las páginas de Adventure Comics (concibiendo la célebre isla desierta donde Oliver Queen desarrollaba sus habilidades con el arco). A continuación, firmó junto a los guionistas Dick y Dave Wood la espectacular tira de prensa Sky Masters of the Space Force (1958), que hubo de abandonar en 1961 por complicaciones legales. Ese mismo año imprimió un giro a su carrera revitalizando definitivamente el género de superhéroes. Y es que se unió al guionista Stan Lee para crear la fórmula de los héroes discutidores y pendencieros en la serie Los Cuatro Fantásticos.
Durante un centenar de episodios, esta cabecera fue un vendaval creativo sin precedentes. Se convirtió en el cimiento sobre el que se alzó posteriormente el universo Marvel. Su semilla engendró un cosmos narrativo en constante ebullición que se multiplicó cuantitativa y cualitativamente en títulos como El increíble Hulk, X-Men, Los Vengadores o Thor. Espoleado por el reto de realizar historias cada vez más largas y ambiciosas, Kirby maduró la estética estilizada, original, vertiginosa y colosal que distinguió su obra desde entonces. Su estilo reventó los corsés formales del género y alcanzó de paso una popularidad tremenda. La imaginación del dibujante bullía con un torbellino de ideas que plasmaba a gran velocidad en imágenes de una potencia devastadora. Raro era el episodio que no presentaba un personaje nuevo o un concepto innovador. En 1970, sin embargo, el “Rey” interrumpió su carrera en Marvel para firmar un contrato con DC bajo la dirección editorial de Carmine Infantino (empeñado por entonces en modernizar la imagen de la compañía). En palabras del crítico Gary Groth, el resultado fue “conceptualmente, la obra más ambiciosa y audaz de Kirby”.
El Cuarto Mundo era una epopeya caudalosa compuesta por cuatro series entrelazadas. ¿Su tema? La lucha eterna entre el bien y el mal, a una escala que empequeñecía las mitologías más barrocas y elaboradas. Los protagonistas alcanzaban en muchos casos una estatura mítica (no en vano, recibían el apelativo de “Nuevos Dioses”). Frente a ellos, un villano a medida: Darkseid (término homófono de “dark side”, “lado tenebroso” en español). Según el estudioso Dwight R. Decker, Darkseid era “un malvado como nunca se había visto ni se ha vuelto a ver en un comic book, por su maldad siniestra, calculadora, fría y absoluta”. Como telón de fondo, la amenaza de un apocalipsis inminente cuyo desenlace se pospuso hasta la publicación de la novela gráfica The Hunger Dogs en 1985.
Para plasmar en imágenes este conflicto cósmico, la imaginación de Kirby se desbordó en un torrente de innovaciones gráficas de gran impacto visual: diseños colosales, arquitecturas imposibles, un despliegue de energía sin precedentes que culminaba en las viñetas a doble página. Con estos recursos (y un rigor narrativo a prueba de bombas), la historia del Cuarto Mundo alcanzó en el espacio de unos pocos números una dimensión mítica.
Eso que llamamos “mitos” son, por lo general, un conjunto heterogéneo de creencias que cristalizan en un relato más o menos coherente mediante un proceso de decantación que requiere siglos. Milenios incluso. Kirby levantó una auténtica cosmogonía en apenas cuatro años (y con un cierre abrupto impuesto por la fría acogida del público). Una mitología ingenua, si se quiere. Pero rica, variada y con un poder de sugestión tal que ha inspirado durante décadas a historietistas de la talla de Alan Moore, Jim Starlin, Mike Mignola, John Byrne, Frank Miller, Grant Morrison, Walter Simonson. El Cuarto Mundo es un caudal inagotable de sorpresas que ECC reúne en una edición íntegra compuesta por cuatro volúmenes indispensables. Una joya, un islote, la historieta como libro sagrado.
Jorge García
Artículo publicado en el volumen El Cuarto Mundo de Jack Kirby vol. 01 ¡Ya disponible en vuestra librería habitual!
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Recorrido visual por El Cuarto Mundo de Jack Kirby vol. 01