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El Apocalipsis una vez en la vida

El primer episodio de Fábulas —escrito por Bill Willingham y dibujado por Lan Medina— se publicó en 2002 y pintaba un mundo donde los habitantes de los cuentos de hadas convivían con los seres humanos. The Unwritten —con guion de Mike Carey y dibujo de Peter Gross— apareció siete años después fruto de un planteamiento similar. Estas dos series conformaban una minuciosa guía de seres y lugares imaginarios. Pero que nadie se apresure a acusar al segundo título de falta de originalidad frente al primero. El procedimiento de insertar criaturas imaginarias en un entorno verosímil es tan antiguo como el arte de narrar. Cervantes fundó el Quijote sobre un procedimiento análogo. Más recientemente, el novelista de ciencia ficción Philip José Farmer escribió una biografía sobre Tarzán donde, además de historiar “verdaderamente” la vida del Rey de los Monos, lo vinculó a una gloriosa estirpe de héroes cuyo nacimiento se remontaba a las postrimerías del siglo XVIII (a ese linaje de hombres extraordinarios pertenecían Doc Savage, Sherlock Holmes y la Sombra). Por tanto, Fábulas y The Unwritten no han hecho sino trasladar una práctica remota a los albores del siglo XXI.

Dada la sintonía existente entre las dos series y entre sus respectivos equipos creativos, cabía la posibilidad de que sus líneas argumentales convergiesen de alguna manera en un futuro próximo. Esta confluencia se produjo finalmente en agosto de 2013, conmemorando los 50 primeros episodios de The Unwritten. La historia —que no afecta al desarrollo de Fábulas— cierra un ciclo en la obra de Carey y Gross. Hasta ahora sabíamos que el veinteañero Tom Taylor (protagonista de la cabecera) era hijo de un afamado escritor cuya creación más resonante era el impúber mago Tommy Taylor. Cuando su padre desaparece, Tom Taylor (que no dispone de recursos económicos propios) empieza a ganarse la vida asistiendo como invitado a convenciones de literatura fantástica. En una de ellas, una investigadora lo acusa de ser un impostor. Según ella, el joven carece de número de la seguridad social, de parientes, de pasado. Enfrentado a esta revelación, la vida de Tom sufre un vuelco inesperado.

Descubre la existencia de una vasta y milenaria conspiración para cambiar los destinos de la humanidad mediante la imposición de tendencias literarias. Uno de los agentes de ese complot es un individuo que responde al nombre de Pullman y que, según todos los indicios, es la encarnación de Caín. A raíz del encuentro con este siniestro personaje, Tom Taylor descubre que existe un nexo —llamado “Leviatán”— que conecta la realidad y el mundo (o, mejor dicho, los mundos) de la ficción. Cuando Pullman amenaza la existencia de esa entidad, la realidad misma corre peligro. En consecuencia, Tom Taylor se apresura a buscar una cura para Leviatán. En ese preciso instante, una fuerza mágica lo catapulta al mundo de Fábulas, donde se le ha invocado para que combata al Señor Oscuro (una criatura que se alimenta del miedo de sus oponentes y que se ha apoderado de casi todo el reino de las fábulas exterminando o aprisionando a sus habitantes).

La colisión entre estos dos mundos genera una historia trepidante llena de giros inesperados en la que el peligro crece a cada instante, y en la que los enigmas y las revelaciones se suceden a velocidad de vértigo. El lector de Fábulas quedará satisfecho porque la obra es fiel a la caracterización de los personajes a los que está habituado. Para el aficionado a The Unwritten, es una ocasión inmejorable para adentrarse en el universo creado por Willingham y Buckingham. Pero las virtudes de este choque de trenes superan con mucho la simple degustación de dos mundos fantásticos y, en cierto modo, paralelos.

Algunas obras se leen porque vemos en ellas el reflejo de otras creaciones (anteriores o posteriores). Por ejemplo, el Batman de Bob Kane y Bill Finger prefigura al gigante intenso de Frank Miller, y los cómics de la línea Antes de Watchmen evocan la meticulosa creación de Alan Moore y Dave Gibbons. En cambio, otras obras valen por cuenta propia. Es el caso de la incursión de The Unwritten en el universo de Fábulas. Mike Carey ha manifestado en varias ocasiones que pudo haber situado el relato en un contexto diferente. Incluso pudo haber creado su propia variación del imaginario de los cuentos de hadas y, una vez concebida, introducir a Tom Taylor en ella. Pero, dado que la serie de Willingham y Buckingham encajaba a la perfección con la historia que pretendía contar, optó por rendir un tributo al trabajo de sus colegas y, de paso, se dio el gusto de juguetear con un cosmos nutrido, pintoresco y prodigioso.

Con esta historia sobre el fin de un mundo, Mike Carey y Peter Gross han introducido revelaciones decisivas en el desarrollo de The Unwritten y han rematado de un plumazo una larga etapa que, según han confesado, agrupaba el primer y el segundo actos de la serie. En armonía con un desenlace tan abrupto, la cabecera permaneció cerrada durante tres meses para reaparecer acto seguido con nueva numeración y nuevo título (The Unwritten: Apocalypse). Pero —se preguntará el avispado lector— ¿qué puede seguir al fin del mundo?

Existe una tradición literaria consagrada a responder este interrogante: el género de las profecías (que incluye textos tan dispares como La Biblia, La máquina del tiempo de H.G. Wells o La carretera de Cormac McCarthy). La mayoría de estas obras sitúan el apocalipsis en un porvenir remoto o cercano. Apreciemos, por tanto, la originalidad de una obra que localiza el fin del mundo en el pasado y que sustenta su trama sobre ese cimiento. Valoremos, también, la armonía entre dos equipos creativos de excepción. Y disfrutemos de un vertiginoso relato de aventuras poblado por un enjambre de criaturas maravillosas enfrentado a su propia destrucción. Como el día del juicio, un cruce entre Fábulas y The Unwritten solo sucede una vez en la vida.

Jorge García

Artículo originalmente publicado en las páginas de Las Fábulas no escritas de The Unwritten.