No deja de resultar curioso que la historia planeada por Cooke, que en un principio parecía la más alejada de la obra clásica en fondo y forma, haya terminado por resultar la más fiel a la hora de reflejar uno de sus mensajes fundamentales: vivir según tus propias reglas y condiciones morales, caminar por el filo del abismo, implica ser engullido por las tinieblas tarde o temprano. Es la maldición de todos los protagonistas de este universo creado por Alan Moore, y mientras el resto de las series que conforman esta precuela han preferido centrarse, en mayor o menor medida,en los“buenos viejos tiempos” previos a la Ley Keene,Cooke ha optado aquí por asomarse al abismo y sostenerle la mirada, narrando las horas más oscuras de estos pioneros enmascarados.
El autor lo verbaliza en la primera página de este cuarto capítulo por boca, una vez más, de su maestro de ceremonias, Hollis Mason: “¿Cuántas de esas pequeñas y horribles verdades puede alguien asumir antes de querer únicamente arrastrarse hasta un hoyo y esconderse allí?”. Y es que la negación puede ser una opción cuando las tragedias se viven desde la aséptica distancia de los titulares de prensa, pero resulta demoledora en primera persona. Es una evidencia habitualmente ignorada por los cómics de superhéroes, que Moore, sin embargo, convirtió en uno de los leitmotivs de su relato, describiendo un elenco de personajes marcados de un modo u otro por aquello que vivieron durante sus años como vigilantes.
Manteniéndose fiel a esta tesis esencial de la obra original, Cooke continúa expandiendo en esta cuarta entrega el microcosmos que ha creado en torno a los Minutemen, tejiendo su historia entre los resquicios de aquello mostrado o insinuado en Watchmen. Así, en este capítulo el autor vuelve a apoyarse en un acontecimiento explícito, pero tangencial, en el guion de Alan Moore, el asesinato de Ursula Zandt (Silueta) y su pareja, para explicar varios elementos claves de la historia original y crear otros completamente nuevos.
Cooke no duda en establecer la expulsión de Silueta y su posterior asesinato como el detonante final de la ruptura del grupo. El efecto demoledor que esta dramática baja tuvo para los Minutemen ya se menciona en Watchmen a través de los extractos de la autobiografía de Mason (Bajo la capucha) o en la entrevista a Sally Jupiter que cierra el capítulo IX. En ella, la Espectro de Seda original expresa sus remordimientos por haberle dado la espalda a su compañera, lo que dota de coherencia a la potente escena protagonizada por Sally en este número de Minutemen. Pero el escritor lleva los efectos de esta triste muerte más allá: así, parece ser también la causa del reencuentro entre Espectro de Seda y el Comediante, cuyas consecuencias ya conocemos (para más referencias, léase el capítulo La oscuridad del simple ser de Watchmen o la miniserie Antes de Watchmen: Espectro de Seda), y la última piedra en el camino de Byron Lewis (Mothman) hacia el alcoholismo.
El asesinato de Silueta, como punto de inflexión clave en la historia, también sirve a Cooke para poner en juego una serie de elementos de su completa creación. Por ejemplo, se nos detalla por primera vez cómo empezó la relación entre Ursula Zandt y Gretchen en un orfanato de la Austria ocupada por los nazis; una relación cuyo origen parece estar conectado de algún modo con el misterioso Justicia Encapuchada. Recordemos, acudiendo una vez más a las páginas de Bajo la capucha, que el Búho Nocturno original sospechaba que el cadáver de un forzudo de circo alemán encontrado en el puerto de Boston podía pertenecer a Justicia Encapuchada, quien desapareció sin dejar rastro durante los interrogatorios a vigilantes que siguieron a la aprobación de la Ley Keene. Este posible origen alemán de Justicia Encapuchada mencionado en Watchmen permite ubicar, perfectamente, a dicho vigilante en el mismo orfanato de Ursula y Gretchen. Si fuera así, ¿cuál fue su papel en aquel lugar? ¿Por qué se oculta bajo una capucha al igual que el torturador de dicho orfanato?
El hecho de que Darwyn Cooke añada sus propios misterios a la oscura leyenda de los Minutemen permite, por una parte, mantener el interés de un lector que, sin duda, se desmotivaría ante un cómic que se limitara a ofrecer una nueva versión de acontecimientos ya conocidos, al tiempo que permite al autor subrayar una de las principales ideas expresadas por Alan Moore: las torcidas motivaciones que impulsarían a un amplio número de superhéroes a existir en un contexto realista, y la progresiva destrucción de su personalidad que este estilo de vida supondría para aquellos más cuerdos. Podemos ubicar, por tanto, en este cuarto número de Minutemen el definitivo fin de la inocencia de sus personajes, ya que el Historias de guerra del título hace referencia directa a episodios en la vida de los protagonistas que les llevan a enfrentarse a la más cruel naturaleza humana, descubriendo que la oscuridad no solo se encuentra en aquellos contra los que combaten, también está entre ellos y, lo que resulta aún más aterrador, en su propio interior.
David B. Gil
Previa (portada y cinco páginas interiores) de Antes de Watchmen: Minutemen núm. 4.