...SIN PERDER DE VISTA EL PASADO
Con el llamado nuevo Universo DC construido sobre la reformulación de personajes con décadas de continuidad a sus espaldas, la totalidad de las colecciones publicadas por la editorial resultan más accesibles a nuevas generaciones de lectores. pero encontrar el equilibrio entre atraer a una mayor audiencia y seguir contando con el favor de los seguidores más veteranos se antoja como una ardua tarea; factible si se cuenta con el talento de Grant Morrison, todo un “funambulista” a la hora de conjugar tradición y modernidad.
El guionista escocés se nutre de la vasta riqueza del imaginario de DC Comics para construir una interpretación de Superman que compatibiliza dos niveles de lectura, ambos igualmente disfrutables: el primero, pensando en los legos en materia superheroica, ante quienes expone de forma eficaz y certera el origen, la caracterización y las motivaciones de personajes principales y secundarios; el segundo, orientado a los lectores habituales, destinatarios de múltiples referencias a etapas y conceptos fuertemente arraigados en la mitología del Hombre de Acero. Vocación no solo apreciable en el enfoque social que impregna este primer arco argumental –tan deudor del trabajo de Jerry Siegel y Joe Shuster–, sino también en el constante recurso a ilustres conocidos de nuestro protagonista: por las páginas de estos cómics ya han desfilado remozadas versiones de Lois Lane, Jimmy Olsen, el Dr. John Henry Irons –Acero–, y por supuesto los padres biológicos –Lara Lor-Van y Jor-El– y adoptivos –Jonathan y Martha Kent– de Clark, que se llevan la peor parte de este relanzamiento.
En cuanto a los antagonistas se refiere, el primero en padecer el afán justiciero del Hijo de Krypton ha sido Glen Glenmorgan, que, aunque personaje de nueva creación, trabaja para Galaxy, empresa claramente inspirada en el Grupo de Comunicación Galaxy, que apareció por vez primera en Superman’s Pal, Jimmy Olsen núm. 133 (1970). Evidentemente, Lex Luthor juega un papel decisivo en esta nueva etapa, haciendo honor a la condición de némesis por excelencia que ostenta desde que Siegel y Shuster aprovecharon las páginas de Action Comics núm. 23 (1940) para presentarlo en sociedad. John Corben es otro “sospechoso habitual”, que, movido por sus sentimientos hacia Lois Lane, acaba convirtiéndose en Metalo: ilustre rival de Superman, surgido de la fecunda imaginación de Robert Bernstein y Al Plastino (Action Comics núm. 252, 1959).
Pero quien termina erigiéndose en el rival a batir y detonante de la acción narrada durante este primer arco argumental es el misterioso Coleccionista de Mundos, enésima aparición de toda una institución del Universo DC que responde al nombre de Brainiac. Creado en 1958 por Otto Binder y Plastino (Action Comics núm. 242), este personaje ha conocido numerosas encarnaciones, siempre conservando un papel preponderante dentro de la interminable lista de malhechores que pueblan este universo ficcional. En esta ocasión, Morrison recurre una caracterización que parece inspirada en la versión ideada por Bruce Timm y Alan Burnett en Superman: The Animated Series: una inteligencia artificial que controla el funcionamiento del planeta Krypton y que no duda en aliarse con Lex Luthor, recurrir a sus Terminautas o manipular a Metalo, para continuar engrosando su colección de ciudades miniaturizadas y posteriormente embotelladas; otro concepto clásico que ha convertido Metropolis y Kandor en víctimas recurrentes del afán recolector de Brainiac. Pero el guionista escocés se las apaña para llevar este concepto a su terreno, explorando las posibilidades que ofrece una criatura tan cercana a unas filias temáticas omnipresentes en su bibliografía: tecnovirus, modificaciones corporales, manipulación mental, etc. Así, aprovecha la presentación enunciada por la propia “Colonia del Coleccionista de Mundos” para dejar patente la polisemia asociada a esta inteligencia artificial, que requiere una explicación a medio camino entre lo etimológico y lo bibliográfico: comenzando por Yod-Colu, se trata del planeta natal de Brainiac descrito por Edmond Hamilton y Curt Swan en Superman núm. 167 (1964). En cuanto a C.O.M.P.U.T.O., surgió de la mente de Jerry Siegel y Curt Swan en 1966 (Adventure Comics núm. 340), y fue presentado como un robot asistente que, creado por Querl Dox –Brainiac 5, descendiente del original–, terminó perdiendo el control y acabando con la vida de uno de los cuerpos de Triplicada, integrante de la Legión de Superhéroes. Finalmente, Bryak es el nombre que recibió el planeta de origen de Brainiac en su primera aparición (el ya mencionado Action Comics núm. 242), aunque la siguiente aparición del personaje sirvió para matizar dicha información, que hasta ahora había quedado sumida en el olvido.
Como se puede apreciar en las seis entregas de Action Comics publicadas hasta la fecha, Grant Morrison ha aprovechado a conciencia su primera historia al frente de la colección para presentar a la galería de personajes principales, subrayar los rasgos diferenciadores de su versión de Superman, sembrar pistas que conducirán a futuras líneas argumentales y justificar la existencia del nuevo uniforme ideado por Jim Lee y Cully Hamner. Pero, al igual que hizo durante su larga etapa al frente de Batman, también ha demostrado una habilidad innata para conducir a estos personajes hacia el siglo XXI, siempre sobre la sólida base que proporciona el legado construido por generaciones de historietistas, cuya huella es apreciable en infinidad de detalles que enriquecen sobremanera la lectura de estos tebeos.
David Fernández
Con el llamado nuevo Universo DC construido sobre la reformulación de personajes con décadas de continuidad a sus espaldas, la totalidad de las colecciones publicadas por la editorial resultan más accesibles a nuevas generaciones de lectores. pero encontrar el equilibrio entre atraer a una mayor audiencia y seguir contando con el favor de los seguidores más veteranos se antoja como una ardua tarea; factible si se cuenta con el talento de Grant Morrison, todo un “funambulista” a la hora de conjugar tradición y modernidad.
El guionista escocés se nutre de la vasta riqueza del imaginario de DC Comics para construir una interpretación de Superman que compatibiliza dos niveles de lectura, ambos igualmente disfrutables: el primero, pensando en los legos en materia superheroica, ante quienes expone de forma eficaz y certera el origen, la caracterización y las motivaciones de personajes principales y secundarios; el segundo, orientado a los lectores habituales, destinatarios de múltiples referencias a etapas y conceptos fuertemente arraigados en la mitología del Hombre de Acero. Vocación no solo apreciable en el enfoque social que impregna este primer arco argumental –tan deudor del trabajo de Jerry Siegel y Joe Shuster–, sino también en el constante recurso a ilustres conocidos de nuestro protagonista: por las páginas de estos cómics ya han desfilado remozadas versiones de Lois Lane, Jimmy Olsen, el Dr. John Henry Irons –Acero–, y por supuesto los padres biológicos –Lara Lor-Van y Jor-El– y adoptivos –Jonathan y Martha Kent– de Clark, que se llevan la peor parte de este relanzamiento.
En cuanto a los antagonistas se refiere, el primero en padecer el afán justiciero del Hijo de Krypton ha sido Glen Glenmorgan, que, aunque personaje de nueva creación, trabaja para Galaxy, empresa claramente inspirada en el Grupo de Comunicación Galaxy, que apareció por vez primera en Superman’s Pal, Jimmy Olsen núm. 133 (1970). Evidentemente, Lex Luthor juega un papel decisivo en esta nueva etapa, haciendo honor a la condición de némesis por excelencia que ostenta desde que Siegel y Shuster aprovecharon las páginas de Action Comics núm. 23 (1940) para presentarlo en sociedad. John Corben es otro “sospechoso habitual”, que, movido por sus sentimientos hacia Lois Lane, acaba convirtiéndose en Metalo: ilustre rival de Superman, surgido de la fecunda imaginación de Robert Bernstein y Al Plastino (Action Comics núm. 252, 1959).
Pero quien termina erigiéndose en el rival a batir y detonante de la acción narrada durante este primer arco argumental es el misterioso Coleccionista de Mundos, enésima aparición de toda una institución del Universo DC que responde al nombre de Brainiac. Creado en 1958 por Otto Binder y Plastino (Action Comics núm. 242), este personaje ha conocido numerosas encarnaciones, siempre conservando un papel preponderante dentro de la interminable lista de malhechores que pueblan este universo ficcional. En esta ocasión, Morrison recurre una caracterización que parece inspirada en la versión ideada por Bruce Timm y Alan Burnett en Superman: The Animated Series: una inteligencia artificial que controla el funcionamiento del planeta Krypton y que no duda en aliarse con Lex Luthor, recurrir a sus Terminautas o manipular a Metalo, para continuar engrosando su colección de ciudades miniaturizadas y posteriormente embotelladas; otro concepto clásico que ha convertido Metropolis y Kandor en víctimas recurrentes del afán recolector de Brainiac. Pero el guionista escocés se las apaña para llevar este concepto a su terreno, explorando las posibilidades que ofrece una criatura tan cercana a unas filias temáticas omnipresentes en su bibliografía: tecnovirus, modificaciones corporales, manipulación mental, etc. Así, aprovecha la presentación enunciada por la propia “Colonia del Coleccionista de Mundos” para dejar patente la polisemia asociada a esta inteligencia artificial, que requiere una explicación a medio camino entre lo etimológico y lo bibliográfico: comenzando por Yod-Colu, se trata del planeta natal de Brainiac descrito por Edmond Hamilton y Curt Swan en Superman núm. 167 (1964). En cuanto a C.O.M.P.U.T.O., surgió de la mente de Jerry Siegel y Curt Swan en 1966 (Adventure Comics núm. 340), y fue presentado como un robot asistente que, creado por Querl Dox –Brainiac 5, descendiente del original–, terminó perdiendo el control y acabando con la vida de uno de los cuerpos de Triplicada, integrante de la Legión de Superhéroes. Finalmente, Bryak es el nombre que recibió el planeta de origen de Brainiac en su primera aparición (el ya mencionado Action Comics núm. 242), aunque la siguiente aparición del personaje sirvió para matizar dicha información, que hasta ahora había quedado sumida en el olvido.
Como se puede apreciar en las seis entregas de Action Comics publicadas hasta la fecha, Grant Morrison ha aprovechado a conciencia su primera historia al frente de la colección para presentar a la galería de personajes principales, subrayar los rasgos diferenciadores de su versión de Superman, sembrar pistas que conducirán a futuras líneas argumentales y justificar la existencia del nuevo uniforme ideado por Jim Lee y Cully Hamner. Pero, al igual que hizo durante su larga etapa al frente de Batman, también ha demostrado una habilidad innata para conducir a estos personajes hacia el siglo XXI, siempre sobre la sólida base que proporciona el legado construido por generaciones de historietistas, cuya huella es apreciable en infinidad de detalles que enriquecen sobremanera la lectura de estos tebeos.
David Fernández