Eccediciones
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Conner Kent, investigador de lo imposible

En un pequeño municipio rural de Kansas repleto de misterios nada es lo que parece. Pero... ¿y si ese lugar fuera Smallville y el principal responsable de desentrañar sus enigmas fuese Superboy? ¿Quién imaginaría una historia así? Desde luego no parece el personaje idóneo, pero tampoco el menos apropiado. Su trayectoria ha sido, como mínimo, variopinta.

Su primera aparición se remonta a la saga El reinado de los superhombres, ya que fue uno de los cuatro aspirantes a relevar al difunto Superman tras su “muerte” (junto al Superman Ciborg, Acero y el Erradicador). Karl Kesel y Tom Grummett firmaron ese debut en las últimas páginas del núm. 500 de Adventures of Superman (junio de 1993). Se definía inicialmente como un clon del Hombre de Acero cuyo ADN, debido a la imposibilidad de reproducir una muestra kryptoniana íntegra, se combinaba con el de un humano. Luego su serie regular, ambientada en Hawái, adoptaría un tono lúdico por desgracia ya poco frecuente en los cómics de superhéroes... Con el tiempo, en las páginas de Teen Titans y Adventure Comics, Geoff Johns revelaría que la identidad del humano era la de Lex Luthor y profundizaría en ese gran conflicto para el personaje: el de ser una fusión entre Superman y su peor enemigo. Finalmente empezaría esta serie, la última del Chico de Acero antes del Nuevo Universo DC, en la que Jeff Lemire sitúa al protagonista en un ambiente muy cercano a un tipo de historia que le fascina: los misterios ambientados en reducidas comunidades rurales, con secretos descubiertos paulatinamente, muy inspirados en el canon que instauró la serie televisiva Twin Peaks, creada por Mark Frost y David Lynch. De hecho, los lectores que más familiarizados estén con ella reconocerán guiños tan claros como la inquietante presencia del propio “Sr. Lynch” en la trama y las citas textuales (“La próxima vez que me veas... no seré yo”). Queda de manifiesto la devoción que Lemire siente por este tipo de atmósferas y planteamientos, algo también evidenciado en su Sweet Tooth (Vertigo) o en su historia breve para Adventures of Superman, “Fortaleza”, incluida en el núm. 3 de nuestra colección Batman/Superman. Quizá ese tono le granjeó a esta serie, pese a su efímera existencia, un puñado de incondicionales y una nominación a los Eisner de 2011. Además de que el título original, Smallville Attacks!, evoca la marcianada de Tim Burton, tampoco es extraña la presencia del “Sr. Gilliam”, que remite tanto por su apellido como por su aspecto al director Terry Gilliam. Este venerable ex Monty Python cuenta con una de las filmografías más fantásticas de la historia del cine, con títulos como Los Caballeros de la Mesa Cuadrada (1975) —y ese inolvidable conejo asesino que tampoco anda muy lejos de las ranas parásitas que aparecen en esta historia—, Brazil (1985) —con un futuro gris e industrial y una megalópolis muy similar a la “Acropolis” de este tomo—, 12 monos (1995) —relato de paradojas temporales del que hay aquí ecos en la trama del héroe Psionic Lad y el tirano Prime-Hunter— o El imaginario del Doctor Parnassus (2009), que curiosamente fue la última película en la que participó Heath Ledger, el oscarizado Joker de El Caballero Oscuro, antes de su fallecimiento. Y eso por no mencionar proyectos irrealizados como su film sobre el Quijote o su adaptación de Watchmen, prevista con anterioridad a la de Zack Snyder, que Gilliam desistió de rodar convencido por Alan Moore en persona.

Este volumen incluye la historia principal íntegra de la última serie regular de Superboy anterior al nUDC, aunque no contiene todos sus números. El motivo es que uno de ellos, el sexto, fue un cruce que formaba parte de la saga Superman: El reinado de Juicio Final (y por tanto ya lo publicó ECC en aquel tomo). La relevancia de ese episodio aislado —un enfrentamiento de Conner con una de las encarnaciones de Juicio Final— es absolutamente nula respecto a la trama principal, de modo que tanto aquel volumen como este de ¡Smallville ataca! son plenamente disfrutables como historias autónomas y sin que ningún número de esta etapa “de culto” quede inédito. No obstante, allí Lemire hacía una referencia jocosa a los hawaianos inicios del personaje, cuando Red Robin (Tim Drake) y Conner mantenían una conversación en lo alto de la Torre de los Titanes. Aquel capítulo, que habría sido un mero trámite para otros, demostraba la implicación del autor, que lo aprovechaba tanto para justificar el traslado de Superboy a Smallville como para legitimar su pasado. No en vano el escritor ya dijo que quería mostrar en esta etapa “lo mejor de dos mundos”: los superhéroes y las historias de misterio sobrenatural ambientadas en pintorescas localidades donde, aparentemente, nunca pasa nada... pero lo aberrante siempre acecha bajo el espejismo. El resultado es uno de esos tebeos especiales, peculiares y entrañables, que demuestran que los héroes de DC tienen la sorprendente capacidad de permitir que se cuente con ellos cualquier cosa que quiera contarse.

Felip Tobar

Artículo publicado originalmente en las páginas de Superboy: ¡Smallville ataca!.