Eccediciones

Bienvenido al fin del mundo

ATENCIÓN: Este artículo puede contener spoilers sobre los dos volúmenes previos de Promethea

Si pensabas que Alan Moore y J.H. Williams III no podían superar sus anteriores entregas de Promethea, prepárate para llevarte un chasco. Prepárate para la iluminación, para maravillas en palabras e imágenes impresas con tinta sobre papel. Prepárate para ex­perimentar lo que puede hacer la imaginación de los creadores de cómics cuando van en busca del meollo de la existencia.

Leí los dos primeros nú­meros de Promethea cuando se publicaron. Mi reacción no fue especialmente entusiasta. Un dibujo bonito. Una lectura agradable. Pero nada que me intrigara tanto como para querer seguir leyendo.

Las primeras impresiones pueden ser equivocadas. Me­ses después, en una convención, el editor de Promethea me sugirió que echara un vistazo a los últimos números. Scott Dun­bier me dijo que quizás vería que Promethea se estaba convir­tiendo en una obra más personal.

Scott tenía razón. Lo de aporrear a los malos había pa­sado a un segundo plano ante asuntos más estimulantes. Aunque Promethea seguía mostrando batallas de “héroes científicos” —batallas que igualaban a cualquiera de las que aparecían en los cómics de superhéroes que se vendían en esa época—, la verdadera naturaleza del cómic se adueñó de todo rápidamente. Promethea se convirtió en una de mis series de cómic favoritas.

¿Y cuál es la verdadera naturaleza de Promethea? Bueno, una respuesta completa a eso quizá sea bastante difícil de captar mientras vivamos en un mundo tridimensional. Mi mejor res­puesta es que Promethea trata sobre imaginación, consciencia, magia, historia y verdad. Puede que te parezcan cinco respues­tas, pero si conoces la historia de Promethea hasta el momento en el que empieza este volumen, ya sospecharás que esas cinco respuestas son en realidad —y siempre lo han sido— una sola res­puesta. Tus sospechas están a punto de verse confirmadas.

Si no has leído los volúmenes anteriores de Promethea, ve a leerlos ya. No apreciarás el final de la historia sin conocer el principio. Y aunque es cierto que uno de los aspectos de esta historia es que no hay un principio —que todo es parte de una gran verdad—, el principio sigue siendo el mejor lugar por donde empezar. Y si lo has leído pero necesitas que te refresquen la memoria, aquí va esto:

En la Alejandría del siglo V, Promethea era la hija de un mago asesinado por una secta cristiana llamada el Templo. A finales del siglo XX, Promethea es la encarnación mágica de las historias que puede ser invoca­da mediante el arte creativo, como componer un poema o hacer un dibujo. Sophie Bangs, una estudiante universitaria en una Nueva York muy avanzada tecnológicamente, es su en­carnación actual. Las encarnaciones anteriores de Promethea residen en la Inmateria, un nivel de existen­cia donde se manifiesta la imaginación. Esas encarnaciones anteriores incluyen a: Anna, la sirvienta de un poeta del siglo XIX; Margaret, dibujante de tiras de periódico de principios del siglo XX; Grace, ilustradora de portadas de revistas pulp de los años veinte; Bill, dibujante de cómics de mediados del siglo XX, asesinado/a por su amante, el agente del FBI Dennis Drucker; y la aún viva Barbara, esposa del difunto guionista de cómics de los setenta, Steve Shelley.

Igual que Promethea, Bill y Barbara eran heroínas científicas que combatían a villanos científicos. Uno de esos vi­llanos, Jack Fausto, le dice a Sophie que Promethea provocará el fin del mundo y le explica cómo la Vara de la Voluntad sumergida en la Copa de la Compasión lo representa todo. No olvides esa copa.

El mago Benny Salomón, contratado por el Templo mo­derno, invoca demonios para matar a Promethea y evitar el fin del mundo. Salomón muere en una explosión provocada por el villano científico Muñeco Pintado. Los demonios de Salomón se refugian en el alcalde de Nueva York con persona­lidad múltiple, Sonny Baskerville. Promethea se enfrenta a los líderes del Templo, los Royce, y revela la Inmateria a sus nietos. Uno de los habitantes de la Inmateria, un sombrío flautista, advierte al Templo de que dejen de hostigar a Promethea.

Barbara y Sophie, en sus facetas de Promethea, derrotan a una criatura sobrenatural llamada smee. El FBI termina dete­niendo al smee, bajo la supervisión del agente Hansard. Herida en la pelea, Barbara muere. Su fa­ceta de Promethea viaja por la ar­bórea Cábala hacia niveles de existencia más eleva­dos que la Inmateria, buscando a su difunto marido Steve.

Mientras Sophie acompaña a Barbara, la mejor amiga de Sophie, Stacia Van de Veer, adopta temporalmente la faceta de Promethea de Grace. Stacia y Grace derro­tan a un villano científico llamado Cejalea, sacan a los demonios de Salomón del alcalde con personalidad múltiple y atraen la in­vestigación de las agentes del FBI Lucille Ball y Karen Breughel. Los Cinco Tipos Estupendos, el prominente equipo de héroes científicos de Nueva York, investigan el asesinato de Bruno Smi­liac —el arquitecto tras los múltiples constructos de Cejalea— a manos del Muñeco Pintado.

En las esferas más elevadas, Sophie y Barbara ven mu­chos símbolos, incluida la Puta de Babalon/Madre/Virgen, que confirma que la faceta de Promethea de Sophie provocará el fin del mundo. Barbara encuentra a Steve. Junto a Sophie, saltan desde la esfera más elevada hacia nuestro mundo. Barbara y Steve renacen como los gemelos Atansi. De vuelta en casa, Sophie le cuenta a su madre, Trish, que ha conocido a su padre, Juan Philippe Estrada, al que Sophie nunca conoció. Y así, el escenario está preparado para el fin del mundo.

Alan Moore no es ajeno a los fines del mundo. Ya lo ha hecho antes. En Watchmen, cuando Adrian Veidt le da una nueva dirección al mundo entero. En Miracle­man, cuando se crea un mundo aparentemente perfecto tras una violencia increíble. Y en La Cosa del Pantano, donde los paralelismos con Promethea casi abofetean en la cara al lector.

He aquí un fragmento del número 50 de La Cosa del Pantano:

FANTASMA ERRANTE: No ha ocurrido nada. Ha ocu­rrido todo. En todas partes, todo parece igual, pero la sensación es diferente.

DEADMAN: Todo es más claro, más nítido, como el aire tras una tormenta.

FANTASMA ERRANTE: Una tor­menta que llevaba formándose desde que se fraguó el universo.

Los ecos de este diálogo resuenan en Promethea. Pero el fin del mundo que estás a punto de experimentar es más extenso, más detallado, más resonante y más satisfactorio que los otros fines del mundo de Moore.

En los primeros números de Promethea, las cartas de los lectores preguntaban si la historia estaba situada en el mismo mundo que los otros cómics guionizados por Alan Moore y publicados por el sello ABC. El editor respondió que no había motivo para suponer que los personajes de los diferentes títulos existieran en el mismo universo. Sin embargo, cuando la histo­ria llegó al material que se recopila en este volumen, empezó a encajar con otros cómics de ABC, concretamente con Tom Strong.

¿Quién es Tom Strong? Es una amalgama de iconos de la cultura pop del siglo XX como Tarzán, Doc Savage y el Capitán Marvel original. Es un héroe científico noble que combate las amenazas de cualquier tipo contra la ci­vilización, incluidas las de su archienemigo, el villa­no científico Paul Saveen. Criado en una isla de las Antillas, ahora considera Millenium City su hogar. Allí, en su fortaleza, vive con su es­posa Dhalua, su hija Tesla (que sigue los pasos de su padre como heroína científica), el ayudante simio parlante Salomón y el mayordomo robótico Pneuman. En los años cincuenta, Tom perteneció a un equipo de héroes científi­cos conocido como los Mejores de América.

Entre los otros miembros de este equipo se incluían la jus­ticiera Telaraña, el charco de tinta viviente Salpicón Brannigan, el aventurero espacial Johnny Futuro y —sorprendentemente— la faceta de Promethea de Bill. Digo “sorprendentemente” porque la inclusión de Promethea en los Mejores de América provoca una pregunta para la que no tengo respuesta. Cuando Sophie Bangs investigó a Promethea, ¿por qué no se topó con noticias que mencionaran a Promethea como miembro de los Mejores de América? No importa. Los beneficios de presentar a Tom Strong y a personajes de otros cómics en Promethea superan a esta supuesta inconsistencia.

Su inclusión ofrece al dibujante J.H. Williams III la oportunidad de mostrar otro de sus talentos en un cómic repleto de sus alardes virtuosos. No solo Tom, su familia y toda Millenium City están dibujados con un estilo que imita al del dibu­jante de Tom Strong, Chris Sprouse, sino que Williams dibuja al resto de los miembros de los Mejores de América con el estilo de sus respecti­vos autores.

Les ofrezo a los creadores de Promethea, Alan Moore y J.H. Williams III, mi más sincero y abundante agradecimiento por el maravilloso regalo que nos han ofrecido. Pero muchos otros colaboradores participaron en el material de este volumen. Entre los nombres que aparecen en los créditos, encontrarás el mío. Hacia la época en la que se publicó el número 8 de Pro­methea, Scott Dunbier —el editor que me había sugerido que siguiera leyendo la serie— me dio otro motivo por el que estarle agradecido. ¿Me interesaría dibujar una historia relacionada con Promethea? Mi respuesta fue que sí.

La primera historia de La pequeña Margie en la Tierra Mági­ca y Vaporosa, incluida en este volumen, es un reflejo del viaje de Promethea por las esferas más elevadas, lo que la convierte en una lectura apropiada junto al libro dos. Se pretendía que la historia pareciera una reempresión de tiras cómicas de un perió­dico dominical de 1905 hechas por Margaret Taylor Case, quien fuera la encarnación de Promethea, y simularan el aspecto y el toque de Little Nemo in Slumberland de Winsor McCay, entre otras tiras fantásticas de aquella época, como The Explorigator de Harry Grant Dart o The Little Journeys of Nip and Tuck, dibujada por John R. Neill.

La versión de J.H. Williams III de la faceta de Promethea de Margaret, con su desnudez apenas cubierta por una gasa arremoli­nada, era inapropiada para un periódico familiar de 1905. Así que para La pequeña Margie, extrapolé el casco estilo Atenea que le dio Williams a Margaret y vestí a mi versión de Promethea basán­dome en reconstrucciones de la estatua de Atenea del Partenón de Atenas. La pequeña Margie de Williams tampoco encajaba en 1905, así que le di al personaje un vestuario más acorde a esa épo­ca. Más tarde, actualicé la ropa de Margie para que encajara más con el diseño de Williams en una segunda historia de La pequeña Margie que mostraba las últimas tiras inéditas de Margaret Taylor Case de los años veinte. Contiene ciertos paralelismos con la historia principal de este volumen.

Un comentario sobre el compañero de la peque­ña Margie, Chini, el diabli­llo chino, cuya apariencia basé en Yellow Kid, el per­sonaje de R.R. Outcault. Sí, Chini es un personaje doloro­samente ofensivo. Las caricaturas étnicas dolorosamente ofensivas eran un clásico del humor popular en los Estados Unidos de la época que intenta replicar La pequeña Margie. Quizás eso no sea una defen­sa, pero es riguroso históricamente. Me alegra que, en la segunda historia de La pequeña Margie, se revele que Chini es algo más que una caricatura dolorosamente ofensiva.

Sin embargo, la verdad de Chini es únicamente una gota en el cubo, o en la copa, si lo prefieres. (Tienes que acordarte de esa copa.) Prepárate para que se revele la verdad detrás de todo. Es hora de que pases al principio del fin del mundo. Y cuando llegues al final del fin, verás que en realidad no hay final, solo otro principio.

Eric Shanower

El guionista y dibujante premiado con un Eisner Eric Shanower sigue dando vida a la guerra tro­yana en su serie Age of Bronze. Fan de toda la vida del mundo de Oz, entre sus contri­buciones a esa mitología hay tanto cómics como prosa. Recientemente, ha acercado a Dorothy a un nuevo público como guionista de las exitosas adaptaciones de las novelas de L. Frank Baum, comenzando por The Won­derful Wizard of Oz.

Artículo publicado en las páginas de Promethea Libro 03 (de 3) ¡Ya a la venta!

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