Batman es un personaje que encaja bien dentro de las ucronías –subgénero literario en el que se narran períodos históricos que nunca ocurrieron, hipotéticos y fantásticos–. Su estética gótica hace que se ajuste como un guante a muchos contextos diferentes, a una variedad casi inabarcable de atmósferas oscuras. Además, mientras que la irrupción de un personaje tan poderoso como Superman alteraría de forma demasiado drástica todo contexto en el que se le ubicase –lo demuestra Superman: Hijo rojo, de Mark Millar, en el que la existencia de un Superman soviético cambia el destino de la historia–, la presencia de Batman permite que las cosas se mantengan más o menos como están. Es un personaje poco disruptivo, que se ve influido por el entorno más que influir sobre él, y por ello es muy agradecido conducirlo al pasado y soñar cómo hubiesen sido sus aventuras en esa época. Batman: Gotham a luz de gas, ambientada por la mano de Brian Augustyn en la época victoriana, o Batman: Gotham Noir, escrita por Brian Michael Bendis y Ed Brubaker y ubicada en 1949, así lo acreditan.
En otro tiempo o época, Batman se convierte en observador del mundo que le rodea y hace partícipe al lector de ese mundo, en vez de demandar que la historia gire en torno a él. Su naturaleza discreta así lo garantiza. Por ello, resulta creíble verlo compartir andanzas con el mago Harry Houdini. Un repaso rápido por el Universo DC arroja la conclusión de que era el héroe idóneo para viajar a otro tiempo y participar en una trama con un personaje real cuya vida invita a tejer capas y capas de leyenda, de mito. Zatanna hubiese resultado demasiado poderosa, demasiado alienígena para un mago que basaba su talento en la práctica y el ingenio. Hay una multitud de personajes que habitan el espectro mágico, pero son tan poderosos que hubiesen arrastrado a Houdini a su mundo en vez de participar en el de él en un plano de igualdad. Por su naturaleza humana y discreta, su versatilidad a la hora de acomodarse a otras épocas y su capacidad de mimetizarse con cualquier entorno, Batman era la elección idónea. Pero hay más motivos, muchos más, por los que esta pareja a priori tan extraña parecía dispuesta a encontrarse.
Harry Houdini y Bruce Wayne tienen más aspectos en común de los que podrían saltar a la vista. Nótese que en esta ocasión hablamos de Houdini y Wayne, no del mago y el detective. Cada uno creó a un personaje que exhibió a su manera combinando lo oculto con lo evidente, lo que permanece escondido con lo que se deja entrever. De un modo un poco retorcido, ambos desean exhibirse. Ningún mago se guarda sus trucos para sí mismo, sino que los regala al público, y Houdini gustaba de crear ilusiones cada vez más complejas y espectaculares que cautivasen al respetable; en cuanto a Batman, si no se deja ver es precisamente para que al aparecer su presencia, sea aún más impactante. Batman es igualmente importante cuando no está y cuando aparece. Pero volvamos a hablar no de personajes, sino de los hombres que hay debajo.
Tras la muerte de su madre, Harry Houdini quedó tan profundamente afectado por la experiencia de la pérdida que dio comienzo a una cruzada personal contra los magos de pacotilla, los cantamañanas y los espiritistas que aseguraban poder contactar con los muertos, después de que él mismo lo intentase en su desesperación. La figura materna pasó a convertirse, en la muerte, en algo sagrado que las patrañas y los mercachifles mancillaban. De modo que el mago puso sus talentos y su inteligencia al servicio de una lucha contra aquello que aborrecía. Hasta tal punto llegó su dedicación a esta causa que en 1923 dejó aparcada la magia para viajar informando sobre los trucos de los médiums: Houdini describía cómo él mismo podía primero demostrar que eran falsos y después, incluso reproducirlos. La tarea recuerda a la de divulgadores modernos como el también mago James Randy, que ofrece un millón de dólares a quien demuestre poderes sobrenaturales en un entorno controlado.
¿Os suena de algo tanta dedicación a una causa que solo tiene sentido para quien la lleva a cabo? Hagamos un pequeño resumen: tras la muerte de sus padres, Bruce Wayne quedó tan afectado que emprendió una cruzada personal contra delincuentes, villanos y malhechores. La figura de sus padres se convirtió, en la muerte, en algo tan sagrado que cualquier acto delictivo era una ofensa contra los difuntos. De modo que el millonario puso sus talentos y su inteligencia al servicio de una lucha contra aquello que aborrecía. Hay muchas y muy importantes diferencias –partiendo de la base de que Batman es un personaje de ficción–, pero no deja de ser curioso cómo ambas cruzadas parten de una tragedia familiar por la cual el afectado se impone a sí mismo una tarea eterna y dura, pero que acepta como un destino.
Otra similitud evidente es el uso que hacen ambos personajes –esta vez sí hablamos de ellos– de la ilusión. No en el sentido de “esperanza”, sino en el sentido de hacer creer que lo irreal es tangible. Batman fue el primer superhéroe en hacer de la ilusión un superpoder. Carente de capacidades sobrehumanas, Bruce Wayne supo bien pronto en su carrera –como se refleja en el sobresaliente Batman: Año uno de Frank Miller– que su andadura como justiciero iba a ser corta si se lanzaba a las calles a pecho descubierto. De modo que, como cubrirse de blindaje entorpecería sus movimientos, se decidió a cubrirse de oscuridad y misticismo. De superstición. ¿Qué decir de Houdini? Creaba, respiraba, vivía ilusión. Sin la duda, sin la incógnita, la magia no es más que una secuencia de movimientos, trucos de prestidigitador sin misterio. Houdini lo sabía y por eso rodeaba cada uno de sus actos de un aura solemne.
Curiosamente –o tal vez no– las máscaras, la ilusión, también son elementos fundamentales en la galería de villanos de Batman. Ahí tenemos al Espantapájaros, cuya fuerza radica en ardides; o al mismo Joker, que tantos elementos circenses y del espectáculo incorpora a sus crímenes. Neil Gaiman dio una magistral vuelta de tuerca a esta relación de los villanos con los disfraces en su relato ¿Qué le sucedió al Cruzado Enmascarado?, en el que planteaba la hipótesis de que todos los enemigos de Batman no fuesen sino actores contratados por Alfred. Houdini desenmascaraba a farsantes y en dicha historia, Bruce Wayne no hacía algo muy distinto. La continuidad establecida tampoco se separa mucho de esta premisa: uno de los objetivos de Batman es borrar la mística de sus villanos, arrebatar máscaras; algo no muy distinto a lo que hacía el mago.
Quien se aproxime a un cruce entre Houdini y Batman puede formarse la impresión inicial de que se trata de un emparejamiento caprichoso, fruto quizá de las filias personales del guionista. Sin embargo, a poco que se rasque en la biografía de ambos hombres y ambos personajes, observamos que les unen muchos aspectos de su personalidad, del uso que hacen de lo irreal, de la determinación con la que afrontan los aspectos de sus muchas carreras (mago y desenmascarador de farsantes Houdini; empresario, detective y héroe Wayne). Si hay un personaje del Universo DC a través del cual echar un vistazo a la figura del misterioso y fascinante Harry Houdini, ese es Batman: nadie como él para tejer una historia en la que una figura real se mueve tan cómodamente como si el relato fuese también real.
Claro que en el mundo de la magia y las sombras, ¿quién puede decir lo que es auténtico y lo que no?
Alberto Morán Roa
Artículo publicado originalmente en las páginas de Batman/Houdini: El taller del Diablo.


En otro tiempo o época, Batman se convierte en observador del mundo que le rodea y hace partícipe al lector de ese mundo, en vez de demandar que la historia gire en torno a él. Su naturaleza discreta así lo garantiza. Por ello, resulta creíble verlo compartir andanzas con el mago Harry Houdini. Un repaso rápido por el Universo DC arroja la conclusión de que era el héroe idóneo para viajar a otro tiempo y participar en una trama con un personaje real cuya vida invita a tejer capas y capas de leyenda, de mito. Zatanna hubiese resultado demasiado poderosa, demasiado alienígena para un mago que basaba su talento en la práctica y el ingenio. Hay una multitud de personajes que habitan el espectro mágico, pero son tan poderosos que hubiesen arrastrado a Houdini a su mundo en vez de participar en el de él en un plano de igualdad. Por su naturaleza humana y discreta, su versatilidad a la hora de acomodarse a otras épocas y su capacidad de mimetizarse con cualquier entorno, Batman era la elección idónea. Pero hay más motivos, muchos más, por los que esta pareja a priori tan extraña parecía dispuesta a encontrarse.
Harry Houdini y Bruce Wayne tienen más aspectos en común de los que podrían saltar a la vista. Nótese que en esta ocasión hablamos de Houdini y Wayne, no del mago y el detective. Cada uno creó a un personaje que exhibió a su manera combinando lo oculto con lo evidente, lo que permanece escondido con lo que se deja entrever. De un modo un poco retorcido, ambos desean exhibirse. Ningún mago se guarda sus trucos para sí mismo, sino que los regala al público, y Houdini gustaba de crear ilusiones cada vez más complejas y espectaculares que cautivasen al respetable; en cuanto a Batman, si no se deja ver es precisamente para que al aparecer su presencia, sea aún más impactante. Batman es igualmente importante cuando no está y cuando aparece. Pero volvamos a hablar no de personajes, sino de los hombres que hay debajo.
Tras la muerte de su madre, Harry Houdini quedó tan profundamente afectado por la experiencia de la pérdida que dio comienzo a una cruzada personal contra los magos de pacotilla, los cantamañanas y los espiritistas que aseguraban poder contactar con los muertos, después de que él mismo lo intentase en su desesperación. La figura materna pasó a convertirse, en la muerte, en algo sagrado que las patrañas y los mercachifles mancillaban. De modo que el mago puso sus talentos y su inteligencia al servicio de una lucha contra aquello que aborrecía. Hasta tal punto llegó su dedicación a esta causa que en 1923 dejó aparcada la magia para viajar informando sobre los trucos de los médiums: Houdini describía cómo él mismo podía primero demostrar que eran falsos y después, incluso reproducirlos. La tarea recuerda a la de divulgadores modernos como el también mago James Randy, que ofrece un millón de dólares a quien demuestre poderes sobrenaturales en un entorno controlado.
¿Os suena de algo tanta dedicación a una causa que solo tiene sentido para quien la lleva a cabo? Hagamos un pequeño resumen: tras la muerte de sus padres, Bruce Wayne quedó tan afectado que emprendió una cruzada personal contra delincuentes, villanos y malhechores. La figura de sus padres se convirtió, en la muerte, en algo tan sagrado que cualquier acto delictivo era una ofensa contra los difuntos. De modo que el millonario puso sus talentos y su inteligencia al servicio de una lucha contra aquello que aborrecía. Hay muchas y muy importantes diferencias –partiendo de la base de que Batman es un personaje de ficción–, pero no deja de ser curioso cómo ambas cruzadas parten de una tragedia familiar por la cual el afectado se impone a sí mismo una tarea eterna y dura, pero que acepta como un destino.
Otra similitud evidente es el uso que hacen ambos personajes –esta vez sí hablamos de ellos– de la ilusión. No en el sentido de “esperanza”, sino en el sentido de hacer creer que lo irreal es tangible. Batman fue el primer superhéroe en hacer de la ilusión un superpoder. Carente de capacidades sobrehumanas, Bruce Wayne supo bien pronto en su carrera –como se refleja en el sobresaliente Batman: Año uno de Frank Miller– que su andadura como justiciero iba a ser corta si se lanzaba a las calles a pecho descubierto. De modo que, como cubrirse de blindaje entorpecería sus movimientos, se decidió a cubrirse de oscuridad y misticismo. De superstición. ¿Qué decir de Houdini? Creaba, respiraba, vivía ilusión. Sin la duda, sin la incógnita, la magia no es más que una secuencia de movimientos, trucos de prestidigitador sin misterio. Houdini lo sabía y por eso rodeaba cada uno de sus actos de un aura solemne.
Curiosamente –o tal vez no– las máscaras, la ilusión, también son elementos fundamentales en la galería de villanos de Batman. Ahí tenemos al Espantapájaros, cuya fuerza radica en ardides; o al mismo Joker, que tantos elementos circenses y del espectáculo incorpora a sus crímenes. Neil Gaiman dio una magistral vuelta de tuerca a esta relación de los villanos con los disfraces en su relato ¿Qué le sucedió al Cruzado Enmascarado?, en el que planteaba la hipótesis de que todos los enemigos de Batman no fuesen sino actores contratados por Alfred. Houdini desenmascaraba a farsantes y en dicha historia, Bruce Wayne no hacía algo muy distinto. La continuidad establecida tampoco se separa mucho de esta premisa: uno de los objetivos de Batman es borrar la mística de sus villanos, arrebatar máscaras; algo no muy distinto a lo que hacía el mago.
Quien se aproxime a un cruce entre Houdini y Batman puede formarse la impresión inicial de que se trata de un emparejamiento caprichoso, fruto quizá de las filias personales del guionista. Sin embargo, a poco que se rasque en la biografía de ambos hombres y ambos personajes, observamos que les unen muchos aspectos de su personalidad, del uso que hacen de lo irreal, de la determinación con la que afrontan los aspectos de sus muchas carreras (mago y desenmascarador de farsantes Houdini; empresario, detective y héroe Wayne). Si hay un personaje del Universo DC a través del cual echar un vistazo a la figura del misterioso y fascinante Harry Houdini, ese es Batman: nadie como él para tejer una historia en la que una figura real se mueve tan cómodamente como si el relato fuese también real.
Claro que en el mundo de la magia y las sombras, ¿quién puede decir lo que es auténtico y lo que no?
Alberto Morán Roa
Artículo publicado originalmente en las páginas de Batman/Houdini: El taller del Diablo.