Eccediciones

Batman: Cacofonía

Para aclarar lo que todo el mundo piensa: sí... Walt consiguió este encargo por ser amigo mío. Y sí... es indecoroso y muy poco profesional demostrar un nepotismo tan evidente; lo es hasta tal punto que uno de los principales jugadores del otro equipo llegó a insinuar que yo había presionado a los editores de DC para que le dieran el trabajo a mi chico.

O sea, claro... Eso es una forma de verlo. O podéis verlo desde este punto de vista: sin Walt, no solo Cacofonía no existiría, sino que yo seguramente nunca hubiera leído ningún cómic más allá de Sad Sack o Hot Stuff the L’il Devil.

Walt Flanagan fue mi gurú de los cómics. Hacia 1989, trabajamos juntos durante un año en el Highlands Recreation Center, y entonces me dejó ejemplares de El regreso del Caballero Oscuro, Watchmen y Mage.

Fue una época prodigiosa. Pasábamos los fines de semana yendo a las ferias del cómic que Fred Greenberg organizaba en el Penn Hotel de Nueva York, eligiendo los tebeos de los mostradores y de las cajas con descuento hasta el anochecer... momento en que ambos, siendo jovencitos de las zonas residenciales de la periferia, nos largábamos de vuelta a casa, al condado de Monmouth (Nueva Jersey), donde nunca han atracado a nadie. Los fines de semana que no había feria del cómic a la que acudir, conducíamos de punta a punta de Jersey con una guía telefónica, rastreando tiendas de mala muerte con la esperanza de encontrar primeras ediciones de La broma asesina aún en los estantes (aclaración: en cuanto a la guía telefónica... os recuerdo que estábamos en la era anterior a Internet y a los GPS, es decir, casi en el Paleolítico; Walt y yo somos como John Byrne... viejos; sin embargo, por desgracia, ninguno de los dos tiene el talento de John Byrne).

A Walt Flanagan siempre le ha gustado dibujar. Tenía tendencia a dibujar zombis al estilo Heavy Metal.

A lo largo de tantas horas por carreteras de peaje, hablábamos de los arcos argumentales y de los números concretos que nos encantaban, y, como todos los aficionados al cómic, del modo en que hubiéramos mejorado aspectos del guion o diálogos con nuestro detallismo propio de seguidores acérrimos y nuestro amor por la continuidad. Y después de todo ese entrenamiento involuntario, una década más tarde o así, yo estaba escribiendo para esos mismos personajes de DC con los que tanto me entusiasmaba con Walt mientras recorríamos de arriba abajo el Estado, en busca de nuevos cómics a precios de viejos.

Walt, que tampoco es manco, se había unido a su compañero Bryan Johnson, director de cine y su mejor amigo, para crear tanto Karney como War of the Undead para IDW. Mi máxima implicación en esas miniseries fue escribir una introducción para el recopilatorio de Karney.

Así que allí estábamos: dos apasionados del cómic de las zonas residenciales de Jersey que habían cumplido sus sueños de dedicarse a él.

Pero nunca lo habíamos hecho juntos (ya sabéis, lo de los cómics; no lo de “whoopee”).

Y eso era lo que pensaba cuando vi el cartel de El Caballero Oscuro.

Oh, siempre he sido un fan de Batman: desde una infancia llena de tardes que pasé con las reposiciones del Batman televisivo de Adam West al salir de clase hasta el rompedor largometraje de Tim Burton de 1989, pasando por todo lo que hicieron Marshall Rogers y Frank Miller con el Cruzado Enmascarado. Pero... ¿los primeros tráileres del film de Nolan? ¿Esos carteles que lo anunciaban? Aquello volvió a prender la chispa de mi batentusiasmo. Me enamoré otra vez.

Es hora de confesarlo: llevo más de cinco años sin leer los nuevos cómics que salen cada semana. Me quedé rezagado en la lectura, luego más rezagado aún, y luego dejé de leer por completo. Walt me mantenía al corriente de lo que iba sucediendo en los distintos hilos argumentales de los numerosos títulos que solía leer. Había perdido ya hace mu- cho el deseo de escribir cómics... en gran medida porque me había convertido en persona non grata para la industria, debido a mis constantes retrasos. Pero... ¿al ver aquel cartel? Me volví a interesar mucho por Batman. Y cuanto más miraba el cartel, más “veía” el nombre de Walt.

Allí estaba uno de mis mejores amigos, el responsable de mi entusiasmo por la cuatricomía, dibujando cómics. Allí estaba yo, queriendo escribir cómics. Y ni uno ni otro estábamos más jóvenes que antes.

Por eso llamé a Dan DiDio, a quien había conocido hacía muchos años, y le pregunté si podía guionizar una miniserie de Batman con mi viejo amigo a los lápices. Dan comprendió enseguida que mi pasión por el proyecto se veía alimentada por el deseo de cerrar el círculo de mi pasión por los cómics: crear una miniserie con mi “hermano-de- otra-madre-en-los-cómics” ocupándose del apartado gráfico.

Y cómo nos divertimos los dos... por no mencionar que fue un sueño hecho realidad.

De hecho, resultó divertido y a la vez didáctico. Entregué los dos primeros guiones en una semana, pero cuando se publicó el primero hice una revisión... y todo gracias a una reseña de aquel número en la que un crítico señalaba que algunas de las frases de los diálogos de Batman no sonaban nada naturales al pronunciarse en voz alta. Hice una prueba y descubrí que aquel blogger tenía toda la razón: me había puesto demasiado pomposo con los bocadillos. Así que reescribí todas las entradas de diálogo de los siguientes dos números, eliminando la verborrea y reduciendo todo sentimentalismo (como si lo emplazara todo a la misma bathora... y en el mismo batcanal).

En cuanto al dibujo, Walt trazaba un boceto preliminar de la página. Si hacía falta, yo le pedía que cambiase algunas cosas, y luego él realizaba los lápices completos. Y a lo largo de tres números, ambos nos volvimos mejores creadores de cómics. El guion mejoró entre el primer número y el tercero, y el dibujo también (basta con echar un vistazo a las secuencias de la lectura de El Manantial en los episodios primero y tercero; parecen obra de dibujantes totalmente distintos).

Así que, para los que estaríais dispuestos a rajar de mí por haberle conseguido trabajo a mi amigo: lo habéis entendido todo mal. Olvidaos de cualquier otra consideración y os daréis cuenta de que soy yo el amigo que se ha beneficiado de ese nepotismo; porque, de no ser por Walt Flanagan, yo no hubiera hecho esto. Walt es Batman... ¿y yo? Siempre he sido un Robin gordo y flojeras, inmaduro y flipado con cualquier cosa.

Pero, siendo justos, una vez conseguimos el beneplácito de Dan y de DC, empecé a pensar en que ya había hecho partícipe a Batman de mi etapa en Green Arrow, aunque llegué a decir en más de una entrevista: “No quiero escribir ninguna historia de Batman; me divierte usarle como personaje secundario”. Menuda estupidez. ¿Por qué ponerte límites al tratar con el superhéroe más interesante jamás creado? ¿Por qué no intentar escribir la mejor historia de Batman que puedas?

Y no... Esa historia no es Cacofonía.

Al final de la serie, me di cuenta de que no era la mejor historia de Batman que era capaz de escribir; ni la mejor obra de Walt. Para cuando terminamos, vi Cacofonía como lo que en realidad era: un ensayo general para la mejor historia de Batman que yo pudiera guionizar y que Walt pudiera dibujar. Era un ejercicio de calentamiento. Quentin Tarantino (sí, estoy dejando caer nombres para fardar) me dijo una vez que quería hacer otra peli de artes marciales después de las de Kill Bill porque, al terminarlas, ya había aprendido cómo hacerlo. Su lógica era: “Ahora que tengo toda esa experiencia en este campo, ¿por qué no ponerla en práctica de inmediato?”.

Y así los tres números de Cacofonía dieron origen a una maxiserie de 12 en la que Walt y yo estamos trabajando ahora, cuyo primer número aparece en otoño [de 2009, aunque al final son seis episodios en vez de 12]. Se titula Batman: Un círculo sin fin, y es, sin ningún género de dudas, la mejor historia de Batman que tanto él como yo podemos contar.

Mientras tanto, hasta que eso se publique... Por favor, disfrutad de la segunda mejor historia de Batman que Walt yo podríamos haber contado.

Kevin Smith
22 de junio de 2009

Introducción publicada originalmente en las páginas de Batman: Cacofonía. ¡Ya a la venta! También disponible en nuestro catálogo, la recopilación de la etapa del guionista al frente de las aventuras de Oliver Queen: Green Arrow de Kevin Smith.