Créeme, hay pocas cosas más embarazosas que tener que escribir la introducción de tu propio cómic. No cuento con el dudoso placer de tener el respaldo de Stephen King o Clive Barker. No cuento con las brillantes alabanzas de mis colegas, mientras mienten apretando los dientes y esperan que les llegue su cheque por correo. No cuento con el análisis técnico detallado, la afabilidad aduladora o el tono reverencial sosegado. En lugar de eso, me veo obligado a salir al estrado y defenderme solo.
¿Y qué digo?
“Animal Man fue un hito fundamental en el desarrollo actual de la narrativa gráfica, y me considero afortunado... no, privilegiado... no, bendecido de haber conocido a Grant Morrison en un momento tan importante de su brillante carrera...”
Todo muy cierto, pero los lectores de cómics valoran la modestia y la humildad por encima de todo, así que quizás debería limitarme al cinismo cansado y autocrítico.
“¿Animal Man? No fue gran cosa. Me ayudó a pagar facturas, supongo.”
Hmm, podría tener razón, pero no cuenta toda la historia.
Será mejor ceñirme a los “hechos”:
En 1987, en la cúspide de las alabanzas de la crítica hacia el trabajo de Alan Moore en La Cosa del Pantano y Watchmen, DC envió a una banda de apagafuegos a lo que se suele llamar de forma pintoresca una “caza de talentos” en el Reino Unido. La idea era mirar debajo de las piedras y ver si había más autores británicos excéntricos que pudieran hacer maravillas con algunos viejos personajes que languidecían cubiertos de polvo en el catálogo de DC.
Fui uno de los que recibieron la llamada aquel año, y no tenía ni idea de a quién podía rescatar y renovar. Sin embargo, en el tren de Glasgow a Londres, mi cerebro febril e hiperestresado cayó al fin en Animal Man. Ese personaje menor de las páginas de Strange Adventures de los años sesenta siempre me había fascinado, por sabe Dios qué extrañas razones; y, mientras el tren atravesaba un paisaje pintoresco de casas Tudor y bobbies sonrientes en bici, empecé a componer un escenario que involucraba a un superhéroe de tercera, en paro, casado y con hijos, que se implica en asuntos proanimalistas y encuentra su verdadera vocación en la vida.
Inicialmente, Animal Man estaba concebida como una miniserie de cuatro números. Mi intención era radicalizar y realinear el personaje de Buddy Baker y luego dejar que otro lo pillara y lo desarrollara. Sin embargo, resultó que me pidieron que continuara el cómic en una serie regular y, de pronto, me encontré perdido y sin ideas. Al no tener la menor intención de producir otra exploración descarnada y realista de lo que era ser un superhombre y/o un vigilante urbano con problemas emocionales, busqué desesperadamente una nueva dirección. Lo que se me ocurrió finalmente fue El evangelio del coyote, que se convirtió en la plantilla para el desarrollo ulterior de toda la serie, y que sigue siendo una de mis historias favoritas. Lo divertido es que, mientras escribía El evangelio del coyote, estaba totalmente convencido de que lo que estaba escribiendo era un galimatías ilegible que pondría el último clavo en el ataúd de mi incipiente carrera como guionista de cómics americanos de superhéroes. El éxito y la popularidad de la historia me pillaron totalmente por sorpresa, y me animaron a seguir produciendo galimatías totalmente ilegibles que, desde entonces, se han convertido en mi sello personal.
Al mismo tiempo, El evangelio del coyote inició una trama que se terminaría resolviendo en el número 26 de Animal Man, mi último número como guionista. Las pistas sobre esa trama se introdujeron en el número 8 y, por ello, los nuevos lectores no deberían quedarse demasiado desconcertados por la aparición de una misteriosa pantalla de ordenador, una misteriosa figura en los arbustos y un igualmente misterioso físico nativo americano.
Los nuevos lectores también se encontrarán algo confundidos por las portentosas referencias a una “invasión” en las historias Aves de presa y La muerte de la Máscara Roja. De hecho, Invasión fue el nombre de una serie de crossovers de DC en el que una panda de personajes desagradables del espacio exterior lanzaban un ataque contra nuestro querido planeta Tierra, sin que mediara una provocación. La mayoría de las series de superhéroes de DC de esa época se entretejieron con la historia principal de Invasión, y Animal Man no se libró de ello. Por ello entre los números 6 y 7, y entre el 7 y el 8, Animal Man participó en la guerra de los superhéroes contra los agresores alienígenas, durante la cual sus poderes animales quedaron tocados, y de ahí sus problemas en la historia del número 9, Mejoras del hogar.
¿Confundido? Yo lo estoy.
Ahora que puedo volver a mirar Animal Man a través del filtro engañoso de unas gafas de color de rosa, veo muchas cosas que me gustan. Me gusta el hecho de que la mayoría de historias queden cerradas en 24 páginas. Me gusta la oportunidad que se me dio de presentar una versión malhablada y de Glasgow del personaje del Amo de los Espejos de DC, y me gustan las payasadas hogareñas de la familia Baker.
Para mí, el otro aspecto importante de trabajar en Animal Man fue que el cómic no solo me proporcionó una plataforma para mostrar mi punto de vista gruñón y cada vez más misantrópico sobre el tema de los derechos de los animales, sino que también me animó a actuar además de hablar. Poco después de empezar a trabajar en Animal Man, me uní al Grupo de Simpatizantes del Frente de Liberación Animal y me comí mi último filete. Desde entonces, he sobrevivido exclusivamente a base de agua, hierba, cacahuetes y la amabilidad de los extraños. Ahora me parece que el asunto de los derechos de los animales quizás sea demasiado amplio y complicado como para tratarlo de forma adecuada en un cómic, pero si Animal Man ayudó a alertar a algunos lectores de las atrocidades sin sentido que se cometen a diario en nombre de la ciencia, entonces habrá merecido la pena.
Lo que me lleva al final de la página. ¿Cómo escribo mi propia introducción sin sonar demasiado engreído y pagado de mi mismo, ni demasiado falsamente humilde?
“Animal Man fue un cómic escrito por Grant Morrison y dibujado por Chaz Truog, Doug Hazlewood y Tom Grummett. Tenía unas portadas cojonudas de Brian Bolland, fue editado por Karen Berger y Art Young, y coloreado por Tatjana Wood. A alguna gente le gustó y a otra no.”
Posiblemente.
¿Por qué no lo lees y juzgas por ti mismo?
Grant Morrison
1991
Artículo publicado en las páginas de Animal Man de Grant Morrison Libro 01: El zoo humano ¡Ya a la venta!
¿Y qué digo?
“Animal Man fue un hito fundamental en el desarrollo actual de la narrativa gráfica, y me considero afortunado... no, privilegiado... no, bendecido de haber conocido a Grant Morrison en un momento tan importante de su brillante carrera...”
Todo muy cierto, pero los lectores de cómics valoran la modestia y la humildad por encima de todo, así que quizás debería limitarme al cinismo cansado y autocrítico.
“¿Animal Man? No fue gran cosa. Me ayudó a pagar facturas, supongo.”
Hmm, podría tener razón, pero no cuenta toda la historia.
Será mejor ceñirme a los “hechos”:
En 1987, en la cúspide de las alabanzas de la crítica hacia el trabajo de Alan Moore en La Cosa del Pantano y Watchmen, DC envió a una banda de apagafuegos a lo que se suele llamar de forma pintoresca una “caza de talentos” en el Reino Unido. La idea era mirar debajo de las piedras y ver si había más autores británicos excéntricos que pudieran hacer maravillas con algunos viejos personajes que languidecían cubiertos de polvo en el catálogo de DC.
Fui uno de los que recibieron la llamada aquel año, y no tenía ni idea de a quién podía rescatar y renovar. Sin embargo, en el tren de Glasgow a Londres, mi cerebro febril e hiperestresado cayó al fin en Animal Man. Ese personaje menor de las páginas de Strange Adventures de los años sesenta siempre me había fascinado, por sabe Dios qué extrañas razones; y, mientras el tren atravesaba un paisaje pintoresco de casas Tudor y bobbies sonrientes en bici, empecé a componer un escenario que involucraba a un superhéroe de tercera, en paro, casado y con hijos, que se implica en asuntos proanimalistas y encuentra su verdadera vocación en la vida.
Inicialmente, Animal Man estaba concebida como una miniserie de cuatro números. Mi intención era radicalizar y realinear el personaje de Buddy Baker y luego dejar que otro lo pillara y lo desarrollara. Sin embargo, resultó que me pidieron que continuara el cómic en una serie regular y, de pronto, me encontré perdido y sin ideas. Al no tener la menor intención de producir otra exploración descarnada y realista de lo que era ser un superhombre y/o un vigilante urbano con problemas emocionales, busqué desesperadamente una nueva dirección. Lo que se me ocurrió finalmente fue El evangelio del coyote, que se convirtió en la plantilla para el desarrollo ulterior de toda la serie, y que sigue siendo una de mis historias favoritas. Lo divertido es que, mientras escribía El evangelio del coyote, estaba totalmente convencido de que lo que estaba escribiendo era un galimatías ilegible que pondría el último clavo en el ataúd de mi incipiente carrera como guionista de cómics americanos de superhéroes. El éxito y la popularidad de la historia me pillaron totalmente por sorpresa, y me animaron a seguir produciendo galimatías totalmente ilegibles que, desde entonces, se han convertido en mi sello personal.
Al mismo tiempo, El evangelio del coyote inició una trama que se terminaría resolviendo en el número 26 de Animal Man, mi último número como guionista. Las pistas sobre esa trama se introdujeron en el número 8 y, por ello, los nuevos lectores no deberían quedarse demasiado desconcertados por la aparición de una misteriosa pantalla de ordenador, una misteriosa figura en los arbustos y un igualmente misterioso físico nativo americano.
Los nuevos lectores también se encontrarán algo confundidos por las portentosas referencias a una “invasión” en las historias Aves de presa y La muerte de la Máscara Roja. De hecho, Invasión fue el nombre de una serie de crossovers de DC en el que una panda de personajes desagradables del espacio exterior lanzaban un ataque contra nuestro querido planeta Tierra, sin que mediara una provocación. La mayoría de las series de superhéroes de DC de esa época se entretejieron con la historia principal de Invasión, y Animal Man no se libró de ello. Por ello entre los números 6 y 7, y entre el 7 y el 8, Animal Man participó en la guerra de los superhéroes contra los agresores alienígenas, durante la cual sus poderes animales quedaron tocados, y de ahí sus problemas en la historia del número 9, Mejoras del hogar.
¿Confundido? Yo lo estoy.
Ahora que puedo volver a mirar Animal Man a través del filtro engañoso de unas gafas de color de rosa, veo muchas cosas que me gustan. Me gusta el hecho de que la mayoría de historias queden cerradas en 24 páginas. Me gusta la oportunidad que se me dio de presentar una versión malhablada y de Glasgow del personaje del Amo de los Espejos de DC, y me gustan las payasadas hogareñas de la familia Baker.
Para mí, el otro aspecto importante de trabajar en Animal Man fue que el cómic no solo me proporcionó una plataforma para mostrar mi punto de vista gruñón y cada vez más misantrópico sobre el tema de los derechos de los animales, sino que también me animó a actuar además de hablar. Poco después de empezar a trabajar en Animal Man, me uní al Grupo de Simpatizantes del Frente de Liberación Animal y me comí mi último filete. Desde entonces, he sobrevivido exclusivamente a base de agua, hierba, cacahuetes y la amabilidad de los extraños. Ahora me parece que el asunto de los derechos de los animales quizás sea demasiado amplio y complicado como para tratarlo de forma adecuada en un cómic, pero si Animal Man ayudó a alertar a algunos lectores de las atrocidades sin sentido que se cometen a diario en nombre de la ciencia, entonces habrá merecido la pena.
Lo que me lleva al final de la página. ¿Cómo escribo mi propia introducción sin sonar demasiado engreído y pagado de mi mismo, ni demasiado falsamente humilde?
“Animal Man fue un cómic escrito por Grant Morrison y dibujado por Chaz Truog, Doug Hazlewood y Tom Grummett. Tenía unas portadas cojonudas de Brian Bolland, fue editado por Karen Berger y Art Young, y coloreado por Tatjana Wood. A alguna gente le gustó y a otra no.”
Posiblemente.
¿Por qué no lo lees y juzgas por ti mismo?
Grant Morrison
1991
Artículo publicado en las páginas de Animal Man de Grant Morrison Libro 01: El zoo humano ¡Ya a la venta!