Es posible que a los lectores españoles, que seguimos la publicación de American Vampire a través de la edición en los tomos recopilatorios de ECC Ediciones, no nos resulte tan notorio el hiato editorial que tiene lugar entre el número 34 de la serie regular y el siguiente episodio de la colección, que se publicará en Estados Unidos, si todo va según lo previsto, en marzo de 2014. Sin embargo, en su país de origen la actual cabecera estrella de Vertigo (con permiso, tal vez, de las Fábulas de Bill Willingham) vio cómo su primer volumen concluía en enero de 2013 con la historia que abre este volumen, El Comerciante Gris, dejando a los lectores norteamericanos con un continuará que tardará, a la postre, más de un año en solventarse. Las razones para este parón en la edición original de American Vampire provienen de los cada vez más numerosos compromisos que su guionista Scott Snyder ha ido contrayendo, para alegría de sus seguidores, con la editorial DC Comics. En el marco del Nuevo Universo DC, Snyder actualmente escribe las aventuras de los dos mayores iconos de la editorial; en Batman acompañado por los lápices de Greg Capullo y en Superman: El Hombre de Acero junto a la celebridad del cómic de superhéroes Jim Lee. Para el sello Vertigo, y tras el excelente resultado obtenido en American Vampire: Selección natural, Snyder colabora una vez más con el autor de la deliciosa Punk Rock Jesus, Sean Murphy, en una maxiserie de 10 números que mezcla terror y ciencia ficción en un opresivo ambiente subacuático: The Wake. El propio Snyder reconocía en una entrevista reciente que semejante volumen de producción amenazaba con afectar a la calidad de su trabajo y que, antes que permitir que “su bebé” (como ha calificado en varias ocasiones a American Vampire) se resintiera por ello, era preferible tomarse un descanso para regresar con fuerzas cuando el nuevo material estuviese listo y en las mejores condiciones para ser ilustrado por el trazo maestro de Rafael Albuquerque, el otro padre de la criatura.
El Comerciante Gris funciona, al más puro estilo televisivo, como una season finale de la primera temporada de American Vampire: un episodio bisagra que separa las dos mitades en que Snyder y Albuquerque han decidido estructurar su terrorífico fresco de la Norteamérica del siglo XX. Tras los fatídicos acontecimientos narrados en La lista negra, saga contextualizada en plena década de los cincuenta, guionista y dibujante nos ofrecen un fugaz vistazo al futuro en forma de doble splash-page premonitoria y nos advierten de la existencia de nuevos personajes que tendrán una importancia capital en el devenir de los acontecimientos. Además, se recuperan para la ocasión dos personajes cuyos orígenes se remontan a los primeros números de la serie, demostrando así que Snyder no da puntada sin hilo y que no hay cabos sueltos en la gran novela río protagonizada por Skinner Sweet y Pearl Jones.
Esta misma consistencia narrativa se pone de manifiesto en otro hecho ahora evidente: pese a que algunas de las mejores historias ambientadas en el universo de American Vampire se publicaron como miniseries al margen de la colección regular (y recopiladas en volúmenes por parte de ECC Ediciones), no es sino a través de la visión global que estos diferentes títulos aportan al observarse en su conjunto que uno puede apreciar el gran trabajo de planificación argumental llevado a cabo por Scott Snyder. Como uno de los personajes de la historia enuncia en las páginas de este tomo: “Las diferentes ramas recopilan capítulos. Pero solo el cronista ve la maldita novela completa”. Así, los spin-off de American Vampire resultan tan importantes para entender los pormenores de la narración como cualquiera de las sagas publicadas bajo la numeración de la serie principal, y el propio guionista ha confirmado que muchos de los personajes y situaciones presentados en Selección natural y El señor de las pesadillas (intercalados respectivamente entre los tomos 2 y 3 y 5 y 6 de la cabecera madre) tendrán gran trascendencia en futuros arcos argumentales. ¿Significa eso que llegaremos a ver a cierto vampiro transilvano, icono legendario de la literatura victoriana, amenazando la existencia del Homo abominum americana? Es posible, aunque eso solo Snyder lo sabe.
Asumiendo que esos 14 meses de abstinencia serían un calvario para los seguidores de Skinner Sweet y compañía, Snyder y Albuquerque tuvieron la deferencia de calmar esta sed de nuevas entregas de American Vampire con dos publicaciones especiales que dieran a sus fieles lectores algo que morder mientras aguardaban impacientes el regreso de la colección principal. De este modo, De cabeza al infierno reúne a ambos creadores en un one-shot de ecos rockabillies en el que se revisitan algunos de los más reconocibles arquetipos de la iconografía cinematográfica norteamericana, como esa pareja de enamorados fugitivos que sobrevive delinquiendo mientras recorre el país de punta a punta en un descapotable, y que tanto recuerda a films como Malas tierras (Terrence Malick, 1973) y su remake encubierto Amor a quemarropa (Tony Scott, 1993). La gran novedad respecto al material previamente publicado de American Vampire reside en que ahora es Rafael Albuquerque quien firma no solo la parte gráfica de la historia, sino también la literaria, contando con la supervisión de Snyder como asesor. El broche de oro lo pone el regreso de Travis Kidd, aquí en un rol secundario que nos permite, sin embargo, recordar por qué es uno de los personajes más queridos de la serie.
Por su parte, American Vampire: Anthology es, tal y como su título advierte, una colección de historias cortas ambientadas en distintos momentos de la narración principal y que en muchos casos vienen a completar la información que hasta ahora teníamos de sus personajes. La antología se abre y se cierra con las dos partes de un relato protagonizado por Skinner Sweet obra de los propios Snyder y Albuquerque, pero el resto de aportaciones provienen de otros prestigiosos autores que el lector de American Vampire debería conocer. Guionistas de la talla de Jeff Lemire (Animal Man, Constantine), Gail Simone (Aves de Presa, Batgirl) o Greg Rucka (Batman, Gotham Central), entre otros, aportan su particular granito de arena a la mitología de la colección al tiempo que el lector disfruta del talento gráfico de ilustradores tan destacados como los hermanos brasileños Fábio Moon y Gabriel Bá (Daytripper), Becky Cloonan (Demo, Northlanders) o la emergente artista italiana Tula Lotay. Además, Albuquerque repite labores de guionista en una historia que indaga en el árbol genealógico de Pearl Jones, dejando que sean esta vez las acuarelas casi impresionistas de Ivo Milazzo las que plasmen sobre el papel sus ideas. Estas breves narraciones son a un tiempo partes de un todo perfectamente coherente y trabajos que demuestran las filias personales de cada uno de sus artífices. Especialmente llamativo es el caso de La colonia perdida, relato en el que el guionista Jason Aaron no solo retoma una de sus temáticas favoritas (la historia del pueblo nativo americano, al que ya rendía un profundo homenaje en la imprescindible Scalped), sino que la relaciona con un episodio real de la historia de Estados Unidos, la desaparición de los colonos asentados en Roanoke, que ya en su día había sido alimento de teorías conspiratorias en otro título fundamental del sello Vertigo, 100 balas, de Brian Azzarello y Eduardo Risso. Parece que en la línea adulta de DC Comics, tal y como suele decirse, todo queda en casa.
Pero más allá del indudable aliciente que supone tener a todos estos renombrados profesionales del medio reunidos en un mismo título, parte del atractivo de Anthology consiste en la propia pericia del lector para ubicar cada una de estas historias en la cronología principal de American Vampire, completando esa visión global antes mentada que se revela a estas alturas como uno de los grandes valores narrativos de la colección. Falta por ver ahora cómo los posibles vacíos de información que aún quedan por cubrir se irán completando con las sucesivas entregas de la serie madre, y quién sabe si nuevas antologías o miniseries, que se publiquen a continuación.
Lo que parece claro es que, siguiendo la tónica imperante hasta ahora, lo que sea que venga después de este sexto volumen nos llevará hasta la década de los sesenta y más allá, en ese recorrido por la historia norteamericana que Snyder viene entrelazando con las vidas (y no vidas) de sus protagonistas. La Guerra Fría, el conflicto en el
sudeste asiático y la revolución contracultural del movimiento hippy pueden ser las próximas paradas de este viaje por los recovecos más oscuros de los últimos 150 años. Sea como sea, las apuestas para la inminente segunda temporada de American Vampire no podrían estar más altas y todo parece indicar que, por fascinante que haya sido esta primera etapa del viaje, lo mejor todavía está por llegar.
Jero Piñeiro
Artículo publicado originalmente en las páginas de American Vampire núm. 6.



El Comerciante Gris funciona, al más puro estilo televisivo, como una season finale de la primera temporada de American Vampire: un episodio bisagra que separa las dos mitades en que Snyder y Albuquerque han decidido estructurar su terrorífico fresco de la Norteamérica del siglo XX. Tras los fatídicos acontecimientos narrados en La lista negra, saga contextualizada en plena década de los cincuenta, guionista y dibujante nos ofrecen un fugaz vistazo al futuro en forma de doble splash-page premonitoria y nos advierten de la existencia de nuevos personajes que tendrán una importancia capital en el devenir de los acontecimientos. Además, se recuperan para la ocasión dos personajes cuyos orígenes se remontan a los primeros números de la serie, demostrando así que Snyder no da puntada sin hilo y que no hay cabos sueltos en la gran novela río protagonizada por Skinner Sweet y Pearl Jones.
Esta misma consistencia narrativa se pone de manifiesto en otro hecho ahora evidente: pese a que algunas de las mejores historias ambientadas en el universo de American Vampire se publicaron como miniseries al margen de la colección regular (y recopiladas en volúmenes por parte de ECC Ediciones), no es sino a través de la visión global que estos diferentes títulos aportan al observarse en su conjunto que uno puede apreciar el gran trabajo de planificación argumental llevado a cabo por Scott Snyder. Como uno de los personajes de la historia enuncia en las páginas de este tomo: “Las diferentes ramas recopilan capítulos. Pero solo el cronista ve la maldita novela completa”. Así, los spin-off de American Vampire resultan tan importantes para entender los pormenores de la narración como cualquiera de las sagas publicadas bajo la numeración de la serie principal, y el propio guionista ha confirmado que muchos de los personajes y situaciones presentados en Selección natural y El señor de las pesadillas (intercalados respectivamente entre los tomos 2 y 3 y 5 y 6 de la cabecera madre) tendrán gran trascendencia en futuros arcos argumentales. ¿Significa eso que llegaremos a ver a cierto vampiro transilvano, icono legendario de la literatura victoriana, amenazando la existencia del Homo abominum americana? Es posible, aunque eso solo Snyder lo sabe.
Asumiendo que esos 14 meses de abstinencia serían un calvario para los seguidores de Skinner Sweet y compañía, Snyder y Albuquerque tuvieron la deferencia de calmar esta sed de nuevas entregas de American Vampire con dos publicaciones especiales que dieran a sus fieles lectores algo que morder mientras aguardaban impacientes el regreso de la colección principal. De este modo, De cabeza al infierno reúne a ambos creadores en un one-shot de ecos rockabillies en el que se revisitan algunos de los más reconocibles arquetipos de la iconografía cinematográfica norteamericana, como esa pareja de enamorados fugitivos que sobrevive delinquiendo mientras recorre el país de punta a punta en un descapotable, y que tanto recuerda a films como Malas tierras (Terrence Malick, 1973) y su remake encubierto Amor a quemarropa (Tony Scott, 1993). La gran novedad respecto al material previamente publicado de American Vampire reside en que ahora es Rafael Albuquerque quien firma no solo la parte gráfica de la historia, sino también la literaria, contando con la supervisión de Snyder como asesor. El broche de oro lo pone el regreso de Travis Kidd, aquí en un rol secundario que nos permite, sin embargo, recordar por qué es uno de los personajes más queridos de la serie.
Por su parte, American Vampire: Anthology es, tal y como su título advierte, una colección de historias cortas ambientadas en distintos momentos de la narración principal y que en muchos casos vienen a completar la información que hasta ahora teníamos de sus personajes. La antología se abre y se cierra con las dos partes de un relato protagonizado por Skinner Sweet obra de los propios Snyder y Albuquerque, pero el resto de aportaciones provienen de otros prestigiosos autores que el lector de American Vampire debería conocer. Guionistas de la talla de Jeff Lemire (Animal Man, Constantine), Gail Simone (Aves de Presa, Batgirl) o Greg Rucka (Batman, Gotham Central), entre otros, aportan su particular granito de arena a la mitología de la colección al tiempo que el lector disfruta del talento gráfico de ilustradores tan destacados como los hermanos brasileños Fábio Moon y Gabriel Bá (Daytripper), Becky Cloonan (Demo, Northlanders) o la emergente artista italiana Tula Lotay. Además, Albuquerque repite labores de guionista en una historia que indaga en el árbol genealógico de Pearl Jones, dejando que sean esta vez las acuarelas casi impresionistas de Ivo Milazzo las que plasmen sobre el papel sus ideas. Estas breves narraciones son a un tiempo partes de un todo perfectamente coherente y trabajos que demuestran las filias personales de cada uno de sus artífices. Especialmente llamativo es el caso de La colonia perdida, relato en el que el guionista Jason Aaron no solo retoma una de sus temáticas favoritas (la historia del pueblo nativo americano, al que ya rendía un profundo homenaje en la imprescindible Scalped), sino que la relaciona con un episodio real de la historia de Estados Unidos, la desaparición de los colonos asentados en Roanoke, que ya en su día había sido alimento de teorías conspiratorias en otro título fundamental del sello Vertigo, 100 balas, de Brian Azzarello y Eduardo Risso. Parece que en la línea adulta de DC Comics, tal y como suele decirse, todo queda en casa.
Pero más allá del indudable aliciente que supone tener a todos estos renombrados profesionales del medio reunidos en un mismo título, parte del atractivo de Anthology consiste en la propia pericia del lector para ubicar cada una de estas historias en la cronología principal de American Vampire, completando esa visión global antes mentada que se revela a estas alturas como uno de los grandes valores narrativos de la colección. Falta por ver ahora cómo los posibles vacíos de información que aún quedan por cubrir se irán completando con las sucesivas entregas de la serie madre, y quién sabe si nuevas antologías o miniseries, que se publiquen a continuación.
Lo que parece claro es que, siguiendo la tónica imperante hasta ahora, lo que sea que venga después de este sexto volumen nos llevará hasta la década de los sesenta y más allá, en ese recorrido por la historia norteamericana que Snyder viene entrelazando con las vidas (y no vidas) de sus protagonistas. La Guerra Fría, el conflicto en el
sudeste asiático y la revolución contracultural del movimiento hippy pueden ser las próximas paradas de este viaje por los recovecos más oscuros de los últimos 150 años. Sea como sea, las apuestas para la inminente segunda temporada de American Vampire no podrían estar más altas y todo parece indicar que, por fascinante que haya sido esta primera etapa del viaje, lo mejor todavía está por llegar.
Jero Piñeiro
Artículo publicado originalmente en las páginas de American Vampire núm. 6.