La estancia del novelista Gregg Hurwitz en la serie Batman: El Caballero Oscuro se acerca a su fin. En Estados Unidos, DC Comics ya ha anunciado la cancelación del título a la altura del número 29 (probablemente para sustituirlo por una cabecera semanal llamada Batman Eternal). Pero antes de hacer mutis, el autor de Batman: Pingüino, dolor y prejuicio prepara su última salida a escena. Prueba de ello son los cuatro episodios agrupados en Batman: Barro. Esta obra supone un nuevo desafío al ingenio del Hombre Murciélago. Pero Hurwitz, especialista en relatos de suspense, ha tenido la inteligencia de dejar en segundo plano el enredo detectivesco y situar el foco de la acción en la figura del villano.
Clayface es uno de los enemigos más veteranos de Batman. Desde su aparición en el número 40 de Detective Comics, ha sufrido varios cambios de identidad, de apariencia y de habilidades. En realidad, existen ocho encarnaciones distintas del personaje, a las que Hurwitz suma ahora su propia interpretación. En sus manos, Clayface es una figura inestable y patética. Basil Karlo es un mediocre aspirante a actor que, en vez de acudir a clases de arte dramático, encuentra la solución a sus carencias interpretativas en una sustancia arcillosa hallada entre los restos de un poblado navajo. Al inhalarla, Karlo obtiene las habilidades metamórficas que caracterizan a sus predecesores. Finalmente, la combinación de unos poderes milagrosos y de un temperamento narcisista estalla con violencia en un desenlace inesperado. Pero Clayface no es el único actor en este drama.

Hurwitz presenta a Bruce Wayne como un hombre abrumado por las preocupaciones y como un justiciero consagrado a luchar contra el crimen y a superar sus propias limitaciones (ya sean físicas, tecnológicas o intelectuales). La amargura que irradia no le granjea muchas simpatías. Entre los pocos amigos que aún conserva, Alfred ejerce el papel de consejero y de contrapunto cómico (en la tradición instaurada por Frank Miller con El regreso del Caballero Oscuro). Y el comisario Gordon personifica la figura del escudero leal. En Batman: Barro, el veterano policía parece a punto de sufrir un episodio de “fatiga de combate” debido al deterioro de su vida familiar y a la tensión diaria que soporta en su trabajo. En realidad, el escenario donde realiza su labor es el caldo de cultivo ideal para una neurosis. Más que una ciudad, parece una zona de guerra.
Gotham ha cambiado mucho desde su bautismo como residencia del Caballero Oscuro. Originalmente evocaba los bajos fondos de Nueva York. Más adelante se convertía en un patio de recreo colorido y alegre donde Batman y Robin salían a jugar con el Joker y Dos Caras. A comienzos de los setenta, el artista Neal Adams restauró su imagen inquietante y sombría. A finales de esa misma década, el dibujante Marshall Rogers —arquitecto de formación— la convirtió en una moderna metrópoli donde los rascacielos compartían la línea del horizonte con edificios a medio derruir. Diez años después, Frank Miller mostraba su decadencia transformándola en una pesadilla urbana dominada por bandas de criminales y psicópatas. En la actualidad, Gotham se encuentra en proceso de descomposición. Es una ciudad traumatizada por la sucesión de catástrofes, tiroteos, asesinatos y atentados terroristas. En Batman: Barro, el artista búlgaro Alex Maleev (célebre por sus trabajos junto al guionista Brian Michael Bendis) imprime un semblante de objetividad al retrato de esa disolución. Dueño de un estilo fotográfico, Maleev dibuja con frialdad una urbe desolada por la que deambula una muchedumbre de seres solitarios, silenciosos e indiferentes.
Con Batman: Barro, Gregg Hurwitz firma un drama en cuatro actos con un protagonista atípico, unos secundarios interesantes y un decorado crepuscular. Apoyándose en la eficacia de Alex Maleev, allana el camino para despedirse definitivamente de la serie. Todo está listo para una última salida a escena. Entretanto, dejemos actuar a Clayface.
Jorge García
Artículo originalmente publicado en las páginas de Batman: El Caballero Oscuro - Barro.

Clayface es uno de los enemigos más veteranos de Batman. Desde su aparición en el número 40 de Detective Comics, ha sufrido varios cambios de identidad, de apariencia y de habilidades. En realidad, existen ocho encarnaciones distintas del personaje, a las que Hurwitz suma ahora su propia interpretación. En sus manos, Clayface es una figura inestable y patética. Basil Karlo es un mediocre aspirante a actor que, en vez de acudir a clases de arte dramático, encuentra la solución a sus carencias interpretativas en una sustancia arcillosa hallada entre los restos de un poblado navajo. Al inhalarla, Karlo obtiene las habilidades metamórficas que caracterizan a sus predecesores. Finalmente, la combinación de unos poderes milagrosos y de un temperamento narcisista estalla con violencia en un desenlace inesperado. Pero Clayface no es el único actor en este drama.

Hurwitz presenta a Bruce Wayne como un hombre abrumado por las preocupaciones y como un justiciero consagrado a luchar contra el crimen y a superar sus propias limitaciones (ya sean físicas, tecnológicas o intelectuales). La amargura que irradia no le granjea muchas simpatías. Entre los pocos amigos que aún conserva, Alfred ejerce el papel de consejero y de contrapunto cómico (en la tradición instaurada por Frank Miller con El regreso del Caballero Oscuro). Y el comisario Gordon personifica la figura del escudero leal. En Batman: Barro, el veterano policía parece a punto de sufrir un episodio de “fatiga de combate” debido al deterioro de su vida familiar y a la tensión diaria que soporta en su trabajo. En realidad, el escenario donde realiza su labor es el caldo de cultivo ideal para una neurosis. Más que una ciudad, parece una zona de guerra.
Gotham ha cambiado mucho desde su bautismo como residencia del Caballero Oscuro. Originalmente evocaba los bajos fondos de Nueva York. Más adelante se convertía en un patio de recreo colorido y alegre donde Batman y Robin salían a jugar con el Joker y Dos Caras. A comienzos de los setenta, el artista Neal Adams restauró su imagen inquietante y sombría. A finales de esa misma década, el dibujante Marshall Rogers —arquitecto de formación— la convirtió en una moderna metrópoli donde los rascacielos compartían la línea del horizonte con edificios a medio derruir. Diez años después, Frank Miller mostraba su decadencia transformándola en una pesadilla urbana dominada por bandas de criminales y psicópatas. En la actualidad, Gotham se encuentra en proceso de descomposición. Es una ciudad traumatizada por la sucesión de catástrofes, tiroteos, asesinatos y atentados terroristas. En Batman: Barro, el artista búlgaro Alex Maleev (célebre por sus trabajos junto al guionista Brian Michael Bendis) imprime un semblante de objetividad al retrato de esa disolución. Dueño de un estilo fotográfico, Maleev dibuja con frialdad una urbe desolada por la que deambula una muchedumbre de seres solitarios, silenciosos e indiferentes.
Con Batman: Barro, Gregg Hurwitz firma un drama en cuatro actos con un protagonista atípico, unos secundarios interesantes y un decorado crepuscular. Apoyándose en la eficacia de Alex Maleev, allana el camino para despedirse definitivamente de la serie. Todo está listo para una última salida a escena. Entretanto, dejemos actuar a Clayface.
Jorge García
Artículo originalmente publicado en las páginas de Batman: El Caballero Oscuro - Barro.